sábado, 15 de febrero de 2014

Más amor y menos regalos para los talibés




You are so nice boy… con tu media sonrisa y tus ojos acuosos te acercas a mí y me tiendes tu mano enseñándome algunas monedas “dinero” me dices en un lenguaje  que yo no comprendo. Pronto vendrán los demás, algunos con sus latas, o sus botes de plásticos llenos de azucarillos, arroz o simplemente nada a la espera de que alguien los llene. 

“Bonjour mon petit, ça va?” te aprieto la mano, tú me miras sorprendido por mi saludo. Sé que nadie te saluda, o te dan algo, o no te miran ¿verdad? “dinero” me repites. Entonces te miro a los ojos y te contesto “no". También te sonrío, quiero que recibas algo bueno de mí, algo mejor que el dinero que me pides, quiero que recibas mi amor y compasión de alguna manera, aunque no me guste lo que veo delante de mí. No me gusta que te vistan con harapos, ni tu delgadez, ni tus pies desnudos, que tengas heridas en las manos, y en la cabeza, ni que con tu edad parezcas tan cansado. No sé de donde habéis salido tú y tus hermanos, todos esos niños que ahora me rodeáis con vuestras camisetas de Messi. “Fruit” “cadeau” “dinero” todos me pedis pero yo siempre digo lo mismo “no”.

 Digo no porque decir sí es sostener vuestra mendicidad, y a una sociedad que la ignora y la tolera a partes iguales. Digo no, porque estoy harta de representar la figura del blanco “de buen corazón” cargado de regalos que deja lápices y juguetes en las manos de cualquiera de vosotros como si eso pudiera atenuar el sufrimiento de las circunstancias que os rodean. Cuantas veces en mi viaje, a mi paso por los pueblos que visité oí la palabra: “cadeau” (regalo) de vuestras bocas o “stylo” (bolígrafos) “¿Es que “los blancos” cuando vienen os dan bolígrafos?” Os pegunto, y siempre asentís para luego continuar jugando al futbol con vuestras latas y pelotas deshinchadas y vuestras camisetas de Messi y Ronaldo. La vida sigue, los bolígrafos se gastan y los juguetes se rompen, pero vuestras circunstancias y falta de oportunidades no cambiarán. Quizás un día ya más mayores, os acordéis de esos blancos que os compraban regalos y decidáis coger una patera para intentar llegar a “su paraíso”, el paraíso de los juguetes, de los rotuladores de colores, del dinero siempre listo para salir del bolsillo hacía algún buen fin, como compraros unas zapatillas o algo material que desaparecerá en algún momento de vuestra vida, pero no de vuestra mente. Por eso yo os digo siempre “no”. Porque África no necesita nuestra caridad, la cual en medio siglo no ha podido solucionar ni uno de vuestros problemas. 

Deciros “no” es decir no a la dependencia que los países del sur sufren de los países del norte, otra forma de control colonial revestida de solidaridad. 

Vosotros creéis que yo no tengo nada más que daros que dinero, y creéis que nada podréis darme a mí. Pero os equivocáis.

Tu est si beau mon enfant. Por eso me quedo contigo y todos los demás, sentada en un banco, esperando en la Gare Routier a que el sept place que me llevará a mi siguiente destino se llene. 

Recuerdo que antes de venir a Senegal ya había leído sobre vosotros, pero una vez aquí, no me paré a miraros hasta varias semanas después de mi llegada. Simplemente decía “no” y seguía mi camino, demasiado ocupada en el intento de ubicarme en el espacio y en el tiempo de mi nueva vida, y deseando escapar del insoportable calor que me ahogaba. Pero estabais presentes aunque no os mirara a los ojos e interrumpíais mi ensimismamiento con vuestros botes y vuestras manos heridas llenas de barro y monedas de cobre, y entonces un día me toco llorar y hacerme una pregunta, la misma de siempre.

Por eso ahora me paro y os sonrío, y os saludo y os tiendo mi mano y os acaricio la cara. Eso os hace gracia, parece como si fuera la primera vez que alguien os toca la mejilla. Tengo ganas de abrazaros.  Leo en voz alta los nombres de los futbolistas de vuestras camisetas, os encanta, me hacéis repetirlos. Y estoy aquí para deciros que para mí existís, que os veo, que pienso en vosotros. I’m thinking of you boy.
 

Estas palabras es para deciros que estáis en mi conciencia todos vosotros, los niños que alguna vez me tendisteis la mano para pedirme dinero o regalos, nunca os di, pero nunca os ignoré.

¿Qué puedo cambiar cuando no puedo cambiar nada? esa fue mi pregunta el día que "os ví". Y la respuesta la misma de siempre: a mi. Y puedo cambiar la pena por amor, el amor por la compasión, la tristeza por la alegría y los regalos materiales por caricias.