domingo, 27 de abril de 2014

La mirada del hombre senegalés.

He tenido algunos problemas para darle un nombre a este artículo, y también para buscar la voz o la perspectiva desde la que escribirlo.  Finalmente y como siempre, lo único que puedo hacer es hablar desde mi  experiencia,  y de mi manera de interpretarla, las cuales quizás coincidan con las de otras personas, pero que serán necesariamente diferentes a la de otras muchas.

Cómo mujer que ha sido educada en la idea de libertad y en la igualdad de género, no puedo dejar de hablar de algo que me sorprende y a veces me enfada de este país, y es la actitud, en mi opinión, bastante generalizada de los hombres senegaleses hacía las mujeres. 

Antes de decidir venir a Senegal, busqué experiencias de mujeres que hubieran viajado solas y que me dieran algunas pistas sobre la cultura en la que iba a sumergirme. Pero no encontré nada por lo que inquietarme, todas las recomendaciones eran en este sentido positivas, y no presté mayor atención a las voces que hablaban sobre la insistencia de los hombres a la hora de abordar a las mujeres. 

Y es que ahora puedo afirmar, que una mujer sola puede tener una bella experiencia en Senegal de viaje o de vida, he tenido la ocasión de viajar en solitario en varias ocasiones por estas tierras africanas y nunca me encontré en ninguna situación dónde me sintiera incómoda o notara sensación de peligro. Sin embargo, también pienso que es interesante saber para cualquier mujer que se adentra en una cultura desconocida, la mirada que caerá sobre ella simplemente por el hecho de ser mujer. A lo que se suma en este contexto, el hecho de ser "toubab" (blanca). Quizás pueda seros útil, saber que aquí algo que nos daría miedo en Europa o nos haría reír, como que un hombre te siga por la calle y te insista en que le des su número de teléfono, o que te diga que te ama sin haber cruzado contigo más que un simple "bonjour, ça va?", aquí es normal.

Porque si vienes a Senegal, mujer, en la primera semana te sentirás bella y deseada por los hombres de este país, al octavo día empezarás a entender el juego, pero al noveno probablemente ya te habrás cansado de jugar. Rápidamente aprenderás a a usar las frases que convienen para desembarazarte de la presencia de algunos hombres que insisten en conocerte:  “estoy casada y vivo aquí con mi marido. “Sí, mi marido es senegalés”  llegarás a decir cuando el hombre que te interroga te diga: "¡ah! Estás casada con un español, pero tienes que buscar un marido senegalés”  A veces las ocurrencias de los hermosos hombres senegaleses te parecerán divertidas y te harán sonreir, pero otras veces, volverás cansada del trabajo, absorta en tus pensamiento y con muchas ganas de llegar a casa, y te abordarán en la calle, haciendo la típica onomatopeya "chsiiii", que quiere decir “Date la vuelta y ven” y que lo mismo la usan para parar a un taxi que a una mujer, y apretarás el paso, ya lo creo que lo apretarás, con tal de no verte envuelta en la misma conversación de siempre, esa que comienza por “te he visto por aquí y siento que me encantas…”

Y es que la actitud de los hombres senegaleses hacía las mujeres navega entre la puerilidad y el machismo, por eso, a veces su manera de actuar te da ganas de reír y otras de llorar, y no digo esto último de manera peyorativa, es sólo que me causa tristeza ver la incapacidad del género masculino para establecer una relación afectuosa con una mujer sin que haya primero y claramente un interés de por medio. Aquí es difícil bucear en la sensibilidad de los hombres, ellos no esperan eso de una mujer, los roles culturales pesan mucho, los roles modelan el carácter y limitan  las relaciones, sientes que hay menos matices, y mucha menos posibilidades de entablar una relación de amistad duradera con el sexo contrario.


Muchos de los abordajes de los hombres aquí se acaban cuando dices que estas casada, pero a veces la insistencia de algunos a pesar de este dato, puede resultar verdaderamente incómoda. Recuerdo un hombre con con el coincidí dos veces de camino al trabajo, la primera vez ya me dijo que le gustaba y la segunda esperando el autobús para volver a casa, me pidió que le diera mi número de teléfono, para tomar un té de vez en cuando, "ser amigos y hablar". “¿Porqué no me das tú número? Me gustaría conocerte” me insistía, yo le decía de la mejor manera de la que en esos momentos era capaz, que no disponía de mucho tiempo en mi vida, que ya tenía muchos amigos, que no quería ser desagradable, pero que no solía dar mi número de teléfonos a desconocidos, recuerdo además que ese día había acabado saturada de mi clases y tenía muchas gana de estar en silencio. Pero la retahíla de excusas que le daba,  no parecían poner punto final a su insistencia. Finalmente le dije: “Es que yo no tengo ganas de conocerte, ¿sabes?” podía haberse acabado aquí la conversación ¿verdad? pues no, él me preguntó aún: “¿Por qué no?” Y es que pareciera que si hay algo que un hombre senegalés no acepta muy bien, sobre todo si viene de una mujer es un “no”. Me he dado cuenta que  muchos se muestran sorprendidos cuando les rechazas,  ofendidos o celosos, incluso cuando nunca has tenido una relación cercana o íntima con ellos, como si sólo por el hecho de desearte ya les pertenecieras.

 Andar por la calle, ir en el autobús, montar en el taxi, y que el hombre que tienes más cerca te diga, “Estoy buscando una mujer blanca, ¿me das tu número?” es bastante normal. Yo no sé cuántas veces la oído, incluso de la boca de conocidos, estando sus mujeres senegalesas al lado: “me gustaría tener una mujer blanca”  y tú estás allí delante, y eres blanca, cumples el requisito, así que te hacen sentir que les vales.  Por supuesto que no merece la pena ofenderse, hay que verlo más bien desde una perspectiva antropológica para entenderlo, la manera de relacionarnos hombres y mujeres es cultural, y atiende a comportamientos aprendidos en el seno de nuestra sociedad y a pequeña escala, nuestra familia, nuestro colegio y nuestro entorno más próximo, e igual ocurre con la manera de expresar u ocultar nuestros sentimientos. La sensibilidad y el respeto, las ideas de igualdad, son sólo ideas que si no te enseñan, no aprendes, tienes que conocerlas de alguna manera, estar en contacto con ellas y ponerlas en práctica y mucho antes de eso, creer en ellas.

 Ofenderse no, pero estas actitudes te invitan a reflexionar sobre las todavía dolorosas desigualdades de género y del sufrimiento que éstas provoca en nuestras sociedades. Es imprescindible que cada uno de nosotros, hombres y mujeres, nos preguntemos que rol  jugamos en este conflicto y si fomentamos con ello las injustas diferencias de género.

Como mujer aquí, me siento a veces cosificada, con un margen muy limitado para expresar opiniones y sentimientos y compartirlas con el género masculino, algo que para mí ha sido y es habitual en mi vida.

“te quiero” “te amo” “me gustas”  son sonidos que escuchas aquí mucho antes de que ese sentimiento llegue a materializarse, mucho antes de que se crucen las miradas y los cuerpos. Se dicen como tantos otros, completamente desligadas de su verdadero significado. Sólo sonidos. Primero llegan a tus oídos, y después a los de las demás, porque cualquier cordero quita el hambre, desde el más pequeño hasta el más grande. Viviendo y trabajando con europeas ha sido muy fácil constatar esta manera de actuar de muchos hombres, que consiste en ir tentando a la suerte con cada una de nosotras en un periodo extremadamente corto de tiempo, mismas palabras, mismos mensajes, misma insistencia.  De tan superficial finalmente gracioso, aunque no creo que lo sea tanto para las mujeres que se enamoran de un hombre senegalés.


Lo que está claro es que lo que entendemos por AMOR en Europa, todo ese concepto lleno de frases e ideas en el que nos gusta tanto detenernos, o eso que hemos dado en llamar "romanticismo" aquí en Senegal, es otro tipo de transacción diferente, como lo es la manera de los hombres de aproximarse a las mujeres y viceversa. Un juego parecido pero con papeles distintos. 

Cuando empiezas a tener una relación más o menos de amistad con un hombre africano una de las primeras cosas que te dice es: "¿Cuando vas a cocinar para mí?" y yo siempre respondo, "¿y tú, cuando vas a cocinar tú para mí?"  

Difícil de aceptar como digo para alguien entrenado en el discurso de la equidad de género.

"or voilà qu'il découvrait qu'il étais raide cinglé de cette fille dont il ignorait  Jusqu'au son nom, qu'il voyait pour la première fois, et il étais convaincu qu'elle était la femme de sa vie, celle que le bon die lui avait predestinée, celle qu'il attendait, et qu'il aimera toujours. Il fallait qu'il le lui dise, ici et maintenant"
 Ramata, (Abasse Ndione)








lunes, 21 de abril de 2014

Las telas africanas: Au bonehur des dames.


Au Bonehur des dames (algo así “la felicidad de las mujeres” y traducido en castellano como “El paraíso de las damas”)  es un libro de Émile Zola que tuve el placer de leer en francés hace un par de años. Este libro cuenta la historia de una pobre chica huérfana que abandona su pequeño pueblo y llega al París de finales del siglo XIX con el fin de encontrar un trabajo con el mantener a sus dos hermanos pequeños. Finalmente, y tras muchas penalidades y sufrimiento, entra a trabajar en los almacenes de telas más grandes y pujantes de París, un imperio en expansión dispuesto a acabar con los pequeños comercios de la ciudad.

 Lo más interesante del libro, además del ascenso social de la protagonista y de su historia de amor con el patrón, es la detallada descripción que el autor hace del mundo de la corte y confección de la época, y que me viene a la mente cada vez que me detengo a mirar telas aquí, para mí una  de una de las cosas más fascinantes de esta parte del mundo en la que me encuentro. En su libro, Zola se recrea en la descripción del ritual  que suponía para las mujeres, elegir las más bonitas y mejores telas para confeccionar sus vestido en una época en la que el prêt-à-porter todavía no existía. Y aquí estoy yo ahora con un montón de telas hechas con la técnica de batik entre mis manos, sintiéndome como esas mujeres que describió Zola en su novela, y dentro de un pequeño taller de costura en la ciudad senegalesa de Joal, llamado precisamente y cómo por casualidad: "AU BONEHUR DES DAMES" . Una vuelta en el tiempo, otra manera de vivir y consumir.



Y es que fue poner un pie en suelo senegalés y pocos minutos después mi mirada ya estaba seducida por la increíble pasarela de colores que pasaba ante mis ojos.  Recuerdo que fue un choque de fascinación el que recibí al ver por primera vez los bubús (manera de llamar  a los trajes típicos africanos) de los hombres y las mujeres, una fascinación que continúa hasta ahora, pues aún giro la cabeza hasta lo imposible desde el autobús, cuando veo pasear por la calle un modelo y unos colores que llaman mi atención. Me encanta admirar las hechuras de los trajes de las mujeres y hombres más mayores, y me encanta sobre todo admirar la dignidad con que los llevan. Todavía me veo descifrando la manera en la que las senegalesas anudan los pañuelos a sus cabezas y  preguntándome porque yo nunca consigo que me quede igual de bien.




No hace falta mucho tiempo en este país para darse cuenta de que la vestimenta, especialmente para las mujeres, es una cosa de gran importancia. Para ellas, hay que aceptarlo, nosotras las blancas, vestimos más bien mal, demasiado descuidadas y poco elegantes en el día a día. Para ver estas diferencias y las reacciones que provocan, contaré la anécdota de dos amigas francesas. Una de ellas lleva varios años viniendo asiduamente a Senegal y en el poblado en el que se aloja, la primera que vino vez una mujer de “su familia senegalesa” le espetó: “y vosotras las francesas, ¿nunca os vestís bien, siempre vais así?”  con "así" se refería a la manera en la que nos vestimos día a día los europeos, ya sabéis (Zara, Primark, Springfield...) La anécdota de mi otra amiga se produjo cuando sus padres vinieron a visitarla a Dakar. Nada más empezar a pasear por el barrio, su madre le dijo sorprendida por la vestimenta elegante de unas mujeres que pasaron a su lado: “mira esas mujeres, van a una boda” a lo que mi amiga respondió, “no, esa es la manera de vestir aquí todos los días”. Los costureros de cada pequeño taller  se afanan en crear modelos originales y diferentes que exponen en sus escaparates para atraer la atención de las coquetas mujeres. Y lo consiguen. Podrás ver la misa tela en mujeres diferentes, pero nunca el mismo modelo.


Los colores de África es una frase recurrente que sale de la boca de la mayoría de personas que visitan y escriben sobe este continente. Y es que los colores de África son las diferentes tonalidades de pieles, la arena roja y amarilla, el verde de sus bosque, sus ríos y su sol, pero por encima de todo yo diría que este colorido lo aporta el WAX, “la tela de cera” extendida por todo África del este aunque curiosamente acabo de leer, que esté tipo de técnica de imprimir los colores en las telas conocidas como batik tiene su origen en Indonesia y lo introdujeron y reformularon de forma masiva los holandeses en Ghana desde donde se extendió al resto de países africanos que hoy los usan. Es lo que tiene conquistar y hacer la guerra, que entre tanta destrucción y miseria los países vencedores se llevan lo mejor de cada país vencido para seguir negociando con ello, de esta forma lo que crees que es propio de un lugar, finalmente tiene su origen en la otra punta del mundo. Lo que es indiscutible venga de donde venga es que el WAX es un símbolo de la cultura africana y parte de su encanto.

Las mujeres vestidas con sus bubús son un verdadero rayo de luz en medio del polvo, la arena, la contaminación  y  la suciedad del país, características lamentables del mismo. Recuerdo en la época de lluvias, levantar la vista un momento de mis embarradas sandalias, y ver a esas mujeres senegalesas de trajes blancos, amarillos y rosas pálidos pasar como ángeles delante de mí sin una sola mancha de barro en sus vestidos ni en sus pies, perfectamente peinadas, que tú te preguntas si no han hecho un pacto con el diablo para mantener ese grado de limpieza en medio de esa  pocilga, con perdón, en la que pueden convertirse ciertos barrios como el mío en la época de lluvias.




No tardé mucho en descubrir después de mi llegada “le bonehur de dames”, el placer de mirar y tocar las telas antes de comprarlas, y el placer de imaginar modelos. Aprender sobre los diferentes tipos de telas es todo un arte sobre el que no me ha dado tiempo a profundizar. Sólo sé que puedo pasar mucho tiempo mirando las formas y colores y decidiendo cuál me gusta más. Los precios son baratos aunque depende de la calidad, 1,5, o 2 euros el metro. El costurero también es barato. En Senegal que un costurero te haga un bonito vestido a medida te cuesta entre 5 y 20 euros. Puede ser más caro, depende del grado de detalle de lo que pidas, de si te pone forro o no, o de si hay bordado. Pero por 15 euros puedes tener algo verdaderamente bonito y exclusivo. Nada te sobra y nada te falta en un vestido hecho a medida, por eso lucen tan bellas las mujeres africanas con sus bubús coloridos de WAX.


Pero no todo es WAX por estas tierras, es raro salir un sábado por la noche a cualquier discoteca y ver a las jovencitas vestidas con trajes típicos, la moda europea se impone, los modelos de MANGO y ZARA son mayoría.

Los jóvenes no parecen apreciar el ritual de ir al costurero el cual para mí ha supuesto una agradable novedad. Explicarle lo que quieres, esperar a que tenga tu pedido, probártelo, perfeccionarlo, esperar sentada con las demás mujeres en el taller de costura, hablar de cualquier cosa con la costurera, y saludarla cada vez que pasas delante de su tienda es un placer, sobre todo si lo comparo con el automático: “gracias” que las vendedoras de Zara pronuncian al devolverte el cambio. No es su culpa. Nuestra manera inconsciente de consumir, ha generado una manera inconsciente de vender. 
Por eso, antes de volver a la monotonía de las telas y las formas europeas seguiré disfrutando du bonehuer des dames en Senegal.