domingo, 13 de julio de 2014

Mis viajes por Senegal I. Momentos.

En los últimos diez meses de mi vida en Senegal he tenido la oportunidad de viajar bastante, aunque todavía no he hablado de ello, porque no considero a este blog como una web de turismo, si no como un contenedor que recoge mis encuentros, mis experiencias, y mis percepciones de este país, algunas positivas, otras negativas, siempre subjetivas. Sin embargo por haber sido una parte muy importante de mi vida estos fantásticos viajes, he sentido la necesidad de escoger lo mejor de cada uno para plasmarlo aquí. 

Este artículo no propone un itinerario, sólo habla de algunas situaciones y lugares mágicos a los que mi mente regresa de vez en cuando.

Casamance 
Perdidos en los brazos de mar... 

Sobre el paisaje de la Casamance puedes encontrar millones de palabras escritas en Internet en todas las lenguas posibles. Si amas la naturaleza y su biodiversidad no hace falta que te ocurra nada más que llegar y entrar en uno de sus bosques para que tu experiencia allí colme todas tus expectativas. 



A los diez minutos de haber puesto el primer pie en esta región, de camino  al pueblo de Oussuye , pensé: "me quiero quedar". Y ese por cierto fue el único y real peligro que yo sentí en Casamance, el deseo de quedarme en sus bosques.








Acabo de mentir. Tuve otro miedo,increíble y visceral . "Mi momento" en Casamance duro siete horas en el que pasamos por diferentes etapas de alegría, cansancio, fascinación, temor, agotamiento y dolor. 

Las personas que hicieron el viaje conmigo podrán ratificaroslas todas, e incluso añadir alguna más que se me haya pasado alto.
Y todo ocurrió sobre los bolong, los brazos de mar rodeados de la Brousse, la maleza salvaje y característica que los rodea. Brazos enormes de agua salada que van a dar al mar, de los que surgen cientos de meandros cubiertos por gigantes ceibas, ramas, y hojas que no te dejan ver el cielo.


***

Y nosotros estábamos allí, los cuatro, con nuestras piraguas de plástico y dos senegaleses para guiarnos en nuestro paseo hasta la isla de Eloubaline, dónde comeríamos y descansaríamos hasta la hora de regresar. Ahora que veo las fotos y videos del inicio ¡qué naif, e intantiles parecemos en esos momentos! tan lejos de saber lo que nos esperaba aquel día. Pues aquello que creíamos un liviano paseo, resultó ser en realidad una excursión 40 kilometros en piragua, que duró seis horas sobre el agua, en las no paramos de remar.

No tengo apenas fotos de nuestra llegada, simplemente no podía sostener la cámara... 




Fueron seis horas, y hubieran sido cuatro, si el guía que tuvo que arrastrarme a la vuelta (perdonad pero pasadas las dos horas mis brazos no respondían...) no se hubiera perdido dos veces, en las que me imaginé intentándo sobrevivir una noche entre la maleza. Seguro que no era la primera. "Tenemos que dar la vuelta, no hemos venido por aquí, aquí nunca he estado, no conozco esto" ¿esto? pensé yo, pero si es todo igual, "¿cómo puedes diferenciarlo?" "Hace cinco años que trabajo aquí, lo conozco como la palma de mi mano, pero la marea a subido, nos hemos pasado la salida que nos lleva hacía el pueblo".


Eran las cinco de la tarde y no me quedaba agua. El guía estaba... digamos avergonzado, quizás fastidiado, o con miedo de que se lo dijéramos a su jefe. "Esto nunca me ha pasado" no dejaba de repetir. Y probablemente era verdad. "No pasa nada, todos nos podemos equivocar" le dije. Y también era verdad ¿o no? Los demás venían detrás y no sabían nada. Los guías hablaban en Diola entre ellos y reían, así que supuse que la cosa no era de vida o muerte. Pero yo no dejaba de imaginar las posibilidades que teníamos de sobrevivir una noche en La Brousse, tan inquietante y llena de ruidos ahora que se ponía el sol... nunca olvidaré en ese tramo final el reflejo de los árboles sobre la inmovilidad del agua en el que el cansancio te impedía saber en que parte estabas realmente tú, y el deseo de tirarme, siempre tengo el deseo de tirarme y nadar como un animal más...


A ese lugar volvería, y con los mismos guías también, no volvería a remar tantas horas, simplemente tienes que estar muy en forma para no acabar agotado. 

Toubacouta. Nochevieja en Chez l'epicier.

¡Mi primera Noche Vieja en África! 

Eran las siete de la noche y no habíamos pensado dónde cenaríamos. Nuestro campamento Chez l'epicier estaba casi vacío y su dueño As, no planeaba hacer nada especial, de hecho parecía que su viejo restaurante hacía tiempo que estaba cerrado.  "La crisis de los últimos diez años está acabando con el negocio. Hay muchos menos turistas, lo que antes ganaba en un mes, lo gano en seis" Hablamos mucho con As y nos contó bellas historias de algunos de sus clientes. Clientes que van por unos días y se acaban quedando...

Había varias opciones, las cuales detesté al momento. Los dos resorts y hoteles de lujo no estaban entre mis posibilidades. Ni en mi ánimo pagar los 130 euros por persona que costaba allí la cena de Noche Vieja. Caminamos por el anochecer de sus calles. El ambiente era tranquilo. Nos habían dicho que esa noche sería movida, que había varias fiestas. ¡Mi primera Noche Vieja en África! tendríamos que ir. Pero llegaron las nueve de la noche y no teníamos ningún plan. Miramos en la bolsa de la comida, nos quedaba algo de embutido y de pan. Molestamos a nuestro amable As de nuevo   para que nos vendiera una Coca Cola y unas patatas con las que acompañar nuestra cena. No hice nada especial, esa noche porque toda mi vida ya lo era, ¿no era extraordinario haber llegado ya hasta ese momento? ¿Cuántas cosas habían ocurrido antes en mi vida para poder estar allí? Comimos y dormimos y nos despertaron los fuegos artificiales y la algarabía. Y antes de volver a dormir salimos a mirar las estrellas. Sentía la paz de África.




El otro lado de Sine Saloum. El carro de Paco.

* Ubicación: Palmarin (Siné Saloum)
* Alojamiento: Ecoldge (lejos de pueblos, enfrente del mar, buen comida, ¡muy tranquilo!, gente maja llevándolo)


¿Cuántas posibilidades hay en tu vida de ir montada en un carromato, por los caminos perdidos de un campo de sabana y baobas de  Senegal cantando a voz en grito "Mi carro me lo robaron" de Manolo Escobar? eso es el tipo de cosas que no puedes prever en tu vida y que sin embargo de pronto ocurren. Nuestro guía Paco, no sabía cuando se puso a canturrear en español, que nosotras le replicaríamos con el mejor repertorio del pachangueo español ¿qué te gusta la fiesta Paco? ¡pues a nosotras más!. A él le encataba el español  y a nosotras Senegal. Él nos regalaba las canciones típicas de su país, y nosotros le enseñábamos las nuestras. Y todo el mundo a nuestro paso nos miraba. Pero no nos sentíamos extrañas y eso era y es lo extraordinario de este país. No era África, era el pueblo de nuestros padres, la playa a la que siempre volvemos, y Paco nuestro colega del barrio y la gente que nos saludaban nuestros vecinos. Por eso queremos volver, por eso y porque además le debo un diccionario de español a mi querido Paco...







Meditaciones en Mbodiene.

* Ubicación: Petit Côte, muy cerca de la ciudad de Joal.
* Alojamiento: La Thiossane ( Todo muy buenoooo, lugar para perderse y desconectar)


Recuerdo especialmente el fin de semana que me escapé sola de Dakar y de mis pensamientos, y fui a esconderme a un pequeñísimo pueblo a dos horas y media de la capital, dirección Siné Saloum Mbodiene. Lo que me llevó hasta allí fue que las tres posibilidades de alojamiento estaban pegados a una laguna y lejos también del pueblo y de cualquier carretera. Muy dentro del bosque y la sábana, cerca del agua dulce y del mar. Lo más acertado fue la elección del alojamiento, La thiossane, un campamento  regentado por Alicia una senegalesa, que además había montado un proyecto social para asistirlas necesidades de los niños de la zona. Ese lugar fue un sueño de paz para mí, sencillo, con la clase de cosas sencillas que puede tener tu casa, buena cocina (preparada por las hijas de Alicia) y mucho silencio. Rodeado de jardines y un campo de baobabs que te llevaban hasta el pueblo. Todavía cuando siento estrés cierro los ojos y me imagino contemplando como subía el agua de la laguna. Y como no había nada, tuve tiempo de pensarlo todo.

El nietecito de Aicia se prestó a hacerme de guía y me enseñó las calles de ese típico pueblo africano, su iglesia, mezquita y colegio.El resto del tiempo lo pasé meditando, leyendo y atravesando la laguna, (justo detrás estaba el mar) y hablando de Senegal y metafísica con un bretón y un lyonés habituales viajeros de esta parte de África. Simplemente me encantó.