La orden del día de la reunión de hace un mes tenía como punto principal, la celebración de los cumpleaños de los niños de nuestro hogar. Días antes había elaborado dos grandes
carteles con las fechas de cumpleaños de todos los pequeños y las había colgado
en la pared para que las educadoras las tuvieran siempre presentes. Llevada,
sin poder evitarlo, por un gran etnocentrismo cultural, le dije al personal que, ya que no podíamos celebrar una fiesta por cada niño, debíamos encontrar alguna
manera para hacer sentir especial a los cumpleañeros el día de su aniversario.
Yo hablaba y hablaba sin parar a
las educadoras reunidas frente a mí, de la importancia de ese día en la vida de
un niño, y yo misma antes de que me pudieran responder tardé otros 15 minutos
más en exponer mis ideas para celebrar el de nuestros niños. ¿Por qué no les despertamos con un desayuno
especial? Una pequeña tarta con una vela y se vayan al colegio habiendo pedido
un deseo. Les podríamos comprar algo pequeño, un detalle, puesto que sabéis que
en el hogar todo es de todos y nada pertenece a nadie en concreto, estaría bien
para el niño tener algo que le perteneciera además de la ropa, algo propio.
Mientras
hablaba rodeada de mis compañeras, una parte de mi cabeza navegaba
en mi pasado infantil lleno de regalos, de tartas y de velas mientras la otra, proyectaba en los
niños del hogar mi alegría infantil.
El problema María es que si le
damos un desayuno especial a uno, los otros 15 van a querer lo mismo. E. no quería problemas, su comentario me mostraba que
no deseaba tener que luchar con los llantos y disputas de los niños a las seis
y media de la mañana. Bueno creo que los
niños se deben acostumbrar a esperar su momento y saber que no todos pueden
hacer lo mismo siempre. Es una cuestión de hablarles, ellos van a entenderlo.
Es más fastidioso para ti que para ellos, que se acabaran acostumbrando y
esperarán “su día especial”. Les respondí que no debían
olvidar que cada niño era
único y que por eso hacíamos
cosas diferentes para cada uno de ellos.
Parecían convencidas y después de
explicarme como lo habían hecho años anteriores (afirmando que a veces se olvidaban
de celebrar los cumpleaños) acordamos
que cada monitora haría algo especial con su grupo de referencia en esas
fechas.
Pero antes de que los
trabajadores se dispersara, me acordé de algo, cogí mi libreta y les dije: ¡esperad, esperad, también quiero saber vuestros
cumpleaños, voy a hacer otro cartel con ellos! Ninguno me contesto
inmediatamente. E miró al cielo y contó con sus dedos los meses del año: “el 3 de abril, no, no de marzo”. L me dijo simplemente, No
sé cuándo es, porque nunca lo he celebrado, es el mismo día de mi cumpleaños
cuando lo sé porque la gente de Facebook me felicita. L me afirmó que nunca había
comido una tarta, ni soplado velas, ni recibido un regalo alguno para celebrar el día
de su nacimiento. La mujer que limpia la casa rectificó la primera fecha que me
había dado cuando miró en su DNI, la cocinera me lo dijo el día siguiente. Es cultural, María, aquí no lo celebramos. Pero E, ¿podrías
decirme la fecha de nacimiento de tus cinco hijos? Le pregunté. Volvió a
mirar al cielo. ¡UY! Tendría que pensarlo, te
podría decir el mes.
Pero esto, de que lo
que es importante en una parte del mundo, carece de importancia en cualquier
otro lugar ya lo había aprendido tiempo atrás
a pesar de lo cual no dejaba de sorprenderme el hecho de que tanta gente en
Senegal no conociera exactamente su fecha de nacimiento. Nosotros la celebramos
cada año y la escribimos en cientos de documentos oficiales a lo largo de
nuestra vida, documentos que ni siquiera existen aquí, pues hay incluso
muchísimas personas, que no tienen partida de nacimiento ni DNI.
Les pregunté a mis trabajadores
si les agradaba que alguien a quien consideraban importante en sus
vidas les hiciera un regalo. Todos estábamos de acuerdo en que el gesto de
ofrecimiento era más importante que el objeto ofrecido. ¡y vaya! a todas las
educadoras, les gustaba sí, recibir regalos aunque como comprenderéis no
estaban en ningún modo traumatizadas por el hecho de no haber celebrado sus cumpleaños, ni por la seguridad que tenían de que no los celebrarían probablemente jamás.
Me acordé que el año anterior me
habían invitado a un cumpleaños en el barrio de Pikine. Había muchas mujeres en
la casa cocinando, como siempre, y recuerdo que la propia homenajeada formaba
parte de este grupo de féminas que hacían la comida para la gente
que iba llegando a la casa. No vi ningún regalo en todo el día salvo el
que nosotros, los europeos invitados, le ofrecimos.
Un mes después de esta reunión, y
cuatro cumpleaños celebrados, me
parece que he conseguido que los educadores encuentren hermoso el ofrecer algo
especial por los cumpleaños a los niños. B me sorprendió decorando la
cama de la pequeña Mati, con caramelos y juguetes de la casa y O con su bella dedicatoria en el diario de Alain. Aunque aun sigo acordándoles las fechas con antelación para que no se olviden de comprar un pastel para el desayuno.
L. se acercó a mí hace unos días,
para decirme con voz emotiva que le
parecía genial que celebraremos de esa manera los cumpleaños de los niños. Comprendí bien su satisfacción porque él mismo, el día anterior le había ofrecido a Alain por
su treceavo aniversario, un reloj y un perfume. Yo asentí, pero no le quise
decir que el único momento del día en el que había visto iluminarse la cara del
niño, a pesar de los cariños y regalos que recibió de todos los educadores,
había sido cuando había llamado por teléfono a su padre, aunque éste
había olvidado por completo que hacía trece años su hijo mediano venía al mundo.
Produce asombro lo que cuentas, el mismo que te produjo a ti, especialmente por el contraste con lo vivido y también si pensamos, por ejemplo en nuestros colegios en los que no hay cumpleaños de nuestros niños y niñas, que de una manera u otra no se haga un homenaje al cumpleañero de turno.
ResponderEliminarPor cierto ¿Cuándo es tu cumpeaños?
Un abrazo muiy fuerte
hey drakukeop
ResponderEliminarhey drakukeop
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