A veces se me olvida el lugar en el que me encuentro.
O más bien una parte de mí quiere olvidar...
Creo que mi
cerebro ha normalizado ciertas situaciones para evitar la sorpresa, el rechazo y
el desagrado continúo. Y también porque no decirlo, el dolor. El que provoca
ver tanta diferencia entre lo de allí y lo de aquí. La preocupación, porque no admitirlo, es más acusada cuando regreso de España. Y es que hay cosas que a mí, me siguen causando estupor viniendo de una raza, la humana, capaz de sentarse a elaborar un documento como los Derechos Humanos...
He notado, que en el esfuerzo de mi mente por anestesiar mi conciencia, hace que cada vez me haga menos preguntas y me dedique más bien a
trabajar la aceptación y a cultivar la alegría, quizás por eso ya no escribo
tanto, escribir me ayudaba a comprender, y quedarme en silencio me ayuda a aceptar
lo que no puedo comprender, como que millones de personas en el mundo sean
completamente privados de los medios
sanitarios que puedan curar sus dolores físicos y emocionales.
Mi experiencia en África ha alterado mi percepción de lo de allí...
En estas navidades pasadas, conocí en España, a una joven que había sufrido un parto con forceps recientemente. Esto le había ocasionado dolorosas
molestias en la etapa del post parto y la
recuperación a nivel físico estaba siendo difícil. Mi empatía por su situación
se abría mientras la escuchaba, mientras
que una sutil tristeza me inundaba al
tener la certeza de que si hubiera nacido en Senegal, probablemente no habría
sobrevivido.
Mi primera visita a la Pouponiere de La Medina, un lugar que
acoge bebés huérfanos o abandonados en Dakar, me abrió los ojos al terrible
problema de la mortalidad materna. Y es que en esa misma semana había recibido
siete bebés de madres que habían fallecido durante el parto en un hospital.
Para haceros una idea, las cifras dicen que la
tasa de mortalidad materna en España en 2014 era de 4 fallecimientos cada 100.000 nacimientos mientras que en Senegal es de 320. Las cifras más elevadas de está realidad están, como no podía ser de otra manera, en África con mucha diferencia respecto a las de cualquier otro continente, llegando a
la escalofriante cifra en 1100 fallecimientos maternos en Sierra Leona.
Y mientras en África las mujeres
no pueden pagarse ni un simple análisis de sangre durante el periodo de gestación,
en occidente desde hace ya bastante años, las mujeres luchamos por
mejorar las condiciones en las que damos
a luz, poniéndonos exigentes ante la medicalización del parto, reivindicando
que no queremos que se nos trate como enfermas en ese momento, pidiendo poder elegir y hasta algunas eligiendo parir con dolor, y
tratando de evitar todo lo posible el del bebé en el momento del alumbramiento.
Hemos pedido parir en el agua, en el río, en plena naturaleza y sin ayuda,
hemos querido volver a los orígenes. Yo aquí en África a veces siento que he
vuelto un poco también a los orígenes de la humanidad, viendo a las mujeres dar a luz en sus casas, en el bosque,
sin asistencia médica, porque ir a un hospital a dar a luz cuesta demasiado dinero y
dependiendo de dónde estés, cuesta más el coche que te puede llevar hasta él
que el propio hospital. Por eso muchas mujeres
mueren. También los bebés.
En España la mortalidad perinatales es de 8 bebés cada 1000 nacimientos en Senegal de 55 cada 1000.
Pero, ¿Cuáles son las causas de que una mujer pueda morir durante el parto? Primero
la falta de control durante el embarazo, algo a lo que no tienen acceso la
mayoría de mujeres senegalesas. De las
embarazadas que he conocido en Dakar, dónde por ser la capital, el acceso a la
sanidad es relativamente fácil, todas me afirmaron no haber pasado ningún
control médico durante el mismo, y es que como he dicho, ¡una ecografía aquí
cuesta una fortuna! Los controles ginecológicos
no son frecuentes durante la vida de una mujer,¡pero que digo! ni siquiera su seguimiento
general de la salud. ¡Cuántas veces he oído aquí!: “estuve a punto de morir
porque tardé mucho en ir al médico porque no quería gastarme
dinero y esperé hasta el último momento” Eso es, la gente no va al médico hasta que no están muy enferma, y muchas
mujeres, sin saberlo llegan con problemas de salud que desconocían al embarazo.
La desinformación sobre lo que les ocurre es
fruto y característica también del subdesarrollo del país. Hace poco tuve otra
de esas conversaciones desconcertantes sobre enfermedades con una conocida, dónde
se muestra la falta de información sobre los diagnósticos. Esta conocida, me
dijo que esa tarde debía partir a la ciudad de Thies para ir al entierro de un
familiar(los entierros son actos sociales importantísimos de los que ya hablaré
en otra ocasión). Cuando la pregunté de qué había muerto aquella mujer de tan
sólo 40 años, empezó un extraño discurso sobre una enfermedad del estómago que
de la noche a la mañana la había impedido ingerir alimentos, me hablaba de una bacteria
maligna y hasta la palabra “cáncer” salió a relucir, había habido una
operación, pero finalmente en la familia no sabían de que había muerto, ni si
había sido una negligencia médica. No contaría esto si fuera un caso aislado, o
la primera vez que tengo una conversación semejante. Cuando se habla de
enfermedades y muertes aquí la respuesta sobre sus causas son a menudo confusas
e imprecisas. Por un lado es evidente la falta de información y por otro están
las férreas supersticiones, que impiden a la gente hablar de estos temas de una
manera natural. En este país existe la creencia cultural de que mencionar a la
muerte o a los muertos atrae la desgracia. No podéis imaginar cuánta oscuridad hay en
este país tan soleado...
Tuberculosis, asma, tiña y sarna las veréis por doquier, en los
pequeños que piden en las calles y en los colegios, ciegos por cataratas y
conjuntivitis, sordos por infecciones de oído, fallecidos de cólera, meningitis
y sarampión son habituales en esta parte del mundo.
Todas ellas enfermedades
erradicadas en Europa de tratamientos simples, demasiados caros para el
bolsillo de muchos senegaleses.
Tener una enfermedad suele ser una desgracia, no tener los medios para poder curarla es otra más,y no tener voz para exigir que los que mandan creen leyes que te puedan curar,es lo que marca la diferencia entre los países desarrollados y subdesarrollados.
No poder dar la mano a un niño que las esconde
porque tiene la sarna, ni acariciar a otro en la cabeza porque tiene la tiña, una vecina que llama a la puerta con una
receta en la mano para pedirte que si puedes pagar los medicamentos para su
marido, son de esas cosas de las que hablaba al principio que mi mente
trata en vano de normalizar, pero que acaban siempre con la pregunta, pero "¿en qué mundo estoy viviendo?"