sábado, 10 de enero de 2015

Problemas incurables

A veces se me olvida el lugar en el que me encuentro.

O más bien una parte de mí quiere olvidar...

Creo que mi cerebro ha normalizado ciertas situaciones para evitar la sorpresa, el rechazo y el desagrado continúo. Y también porque no decirlo, el dolor. El que provoca ver tanta diferencia entre lo de allí y lo de aquí. La preocupación, porque no admitirlo, es más acusada cuando regreso de España. Y es que hay cosas que a mí, me siguen causando estupor viniendo de una raza, la humana, capaz de sentarse  a elaborar un documento como los Derechos Humanos... 

He notado, que en el esfuerzo de mi mente por anestesiar mi conciencia, hace que cada vez me haga menos preguntas y me dedique más bien a trabajar la aceptación y a cultivar la alegría, quizás por eso ya no escribo tanto, escribir me ayudaba a comprender, y quedarme en silencio me ayuda a aceptar lo que no puedo comprender, como   que millones de personas en el mundo sean completamente  privados de los medios sanitarios que puedan curar sus dolores físicos y emocionales.

Mi experiencia en África ha alterado mi percepción de lo de allí...

En estas navidades pasadas, conocí en España, a una joven que había sufrido un parto con forceps recientemente.  Esto le había ocasionado dolorosas molestias  en la etapa del post parto y la recuperación a nivel físico estaba siendo difícil. Mi empatía por su situación se abría mientras la escuchaba,  mientras que una sutil tristeza me inundaba  al tener la certeza de que si hubiera nacido en Senegal, probablemente no habría sobrevivido. 

Mi primera visita a la Pouponiere de La Medina, un lugar que acoge bebés huérfanos o abandonados en Dakar, me abrió los ojos al terrible problema de la mortalidad materna. Y es que en esa misma semana había recibido siete bebés de madres que habían fallecido durante el parto en un hospital.

Para haceros una idea, las cifras dicen que la tasa de mortalidad materna en España en 2014 era de 4 fallecimientos cada 100.000 nacimientos mientras que en Senegal es de 320. Las cifras más elevadas de está realidad están, como no podía ser de otra manera, en África con mucha diferencia respecto a las de cualquier otro continente, llegando a la escalofriante cifra en 1100 fallecimientos maternos  en Sierra Leona. 

Y mientras en África las mujeres no pueden pagarse ni un simple análisis de sangre durante el periodo de gestación, en occidente desde hace ya bastante años, las mujeres luchamos por mejorar las condiciones  en las que damos a luz, poniéndonos exigentes ante la medicalización del parto, reivindicando que no queremos que se nos trate como enfermas en ese momento, pidiendo poder elegir y hasta algunas eligiendo parir con dolor, y tratando de evitar todo lo posible el del bebé en el momento del alumbramiento. Hemos pedido parir en el agua, en el río, en plena naturaleza y sin ayuda, hemos querido volver a los orígenes. Yo aquí en África a veces siento que he vuelto un poco también a los orígenes de la humanidad, viendo a las mujeres dar a luz en sus casas, en el bosque, sin asistencia médica, porque ir a un hospital a dar a luz cuesta demasiado dinero y dependiendo de dónde estés, cuesta más el coche que te puede llevar hasta él que el propio hospital.  Por eso muchas mujeres  mueren. También los bebés.

En España la mortalidad perinatales  es de 8 bebés cada 1000 nacimientos  en Senegal de 55 cada 1000. Pero, ¿Cuáles son las causas de que una mujer pueda morir durante el parto? Primero la falta de control durante el embarazo, algo a lo que no tienen acceso la mayoría de mujeres senegalesas. De  las embarazadas que he conocido en Dakar, dónde por ser la capital, el acceso a la sanidad es relativamente fácil, todas me afirmaron no haber pasado ningún control médico durante el mismo, y es que como he dicho, ¡una ecografía aquí cuesta una fortuna!  Los controles ginecológicos no son frecuentes durante la vida de una mujer,¡pero que digo! ni siquiera su seguimiento general de la salud. ¡Cuántas veces he oído aquí!: “estuve a punto de morir porque tardé mucho en ir al médico porque no quería gastarme dinero y esperé hasta el último momento” Eso es, la gente no va al médico  hasta que no están muy enferma, y muchas mujeres, sin saberlo llegan con problemas de salud que desconocían  al embarazo.


La desinformación sobre lo que les ocurre es fruto y característica también del subdesarrollo del país. Hace poco tuve otra de esas conversaciones desconcertantes sobre enfermedades con una conocida, dónde se muestra la falta de información sobre los diagnósticos. Esta conocida, me dijo que esa tarde debía partir a la ciudad de Thies para ir al entierro de un familiar(los entierros son actos sociales importantísimos de los que ya hablaré en otra ocasión). Cuando la pregunté de qué había muerto aquella mujer de tan sólo 40 años, empezó un extraño discurso sobre una enfermedad del estómago que de la noche a la mañana la había impedido  ingerir alimentos, me hablaba de una bacteria maligna y hasta la palabra “cáncer” salió a relucir, había habido una operación, pero finalmente en la familia no sabían de que había muerto, ni si había sido una negligencia médica. No contaría esto si fuera un caso aislado, o la primera vez que tengo una conversación semejante. Cuando se habla de enfermedades y muertes aquí la respuesta sobre sus causas son a menudo confusas e imprecisas. Por un lado es evidente la falta de información y por otro están las férreas supersticiones, que impiden a la gente hablar de estos temas de una manera natural. En este país existe la creencia cultural de que mencionar a la muerte o a los muertos atrae la desgracia. No podéis imaginar cuánta oscuridad hay en este país tan soleado...

Tuberculosis, asma, tiña y sarna las veréis por doquier, en los pequeños que piden en las calles y en los colegios, ciegos por cataratas y conjuntivitis, sordos por infecciones de oído, fallecidos de cólera, meningitis y sarampión son habituales en esta parte del mundo.
Todas ellas enfermedades erradicadas en Europa de tratamientos simples, demasiados caros para el bolsillo de muchos senegaleses. 

Tener una enfermedad suele ser una desgracia, no tener los medios para poder curarla es otra más,y no tener voz para exigir que los que mandan creen leyes que te puedan curar,es lo que marca la diferencia entre los países desarrollados y subdesarrollados. 

 No poder dar la mano a un niño que las esconde porque tiene la sarna, ni acariciar a otro en la cabeza porque tiene la tiña, una vecina que llama a la puerta con una receta en la mano para pedirte que si puedes pagar los medicamentos para su marido, son de esas cosas de las que hablaba al principio que mi mente trata en vano de normalizar, pero que acaban siempre con la pregunta, pero "¿en qué mundo estoy viviendo?"

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