En mi anterior post
nombré algunas de las cosas por las que me gusta
vivir en Senegal. Es incuestionable
para mí a estas alturas, que la vida en este país me es más apacible en muchos
aspectos que aquella que vivía en España.
Los sonidos, los olores, los colores y el sol, siempre alumbrando el
encanto de este pueblo, hacen que sea difícil no amarlo. Me gusta repito, y
sin embargo con el paso del tiempo, soy cada vez mas consciente de la inevitabilidad del choque cultural. Y es que hay ciertas características sociales a las que no creo que pueda pueda llegar a acostumbrarme, muchas de
lass cuales lass encuentro en mi propio entorno laboral.
He tenido la
suerte de trabajar desde el primer día con senegaleses y sólo
puedo decir: Qué gran experiencia ésta y
que difícil al mismo tiempo. Cada día aprendo en mi trabajo gestos, maneras
de pensar y actuar nuevas para mí, y cada día tengo la oportunidad de sorprenderme, indignarme y emocionarme con todo lo que observo. Y la oportunidad también de no estar de
acuerdo. ¡Qué le vamos a hacer!
Que esto ocurra,
desde un punto de vista neutral no es culpa de nadie. Yo sé bien que mi
“molestia” viene de haber crecido en una familia y en un
país dónde está permitido opinar acerca de cualquier cosa sin censuras. No siempre
fue así, cierto, pero yo sólo he vivido en la época de LA LIBERTAD y la bonanza. Los españoles somos como dirían los franceses
“des vrais bavardes”, grandes
charlatanes que nos permitimos decir lo que pensamos en todo contexto y
situación, aunque no tengamos ni idea del tema del que se habla, ni nos afecte
lo más mínimo. Yo he crecido viendo debates en la tele sobre los más variados y
a veces absurdos temas, y leyendo revistas y periódicos dónde la sección de
“opinión” ocupaba las páginas centrales, y dónde los lectores tenían su propio
espacio para decir lo que pensaban. Somos extremadamente críticos con todo los
españoles, y también quejicas, y si no lo crees, sal de España y verás la
diferencia. Pasar la frontera francesa ya es suficiente para saber que hay
temas de los que no está bien hablar en cualquier contexto y situación. Política, sexo y religión se llevan la
Palma de Oro a los temas más tabúes del
mundo. Si estás en Inglaterra cuidado con preguntar sobre el salario o
hablar del precio de las cosas. No hace falta cambiar de continente para saber
además que mostrar ciertos sentimientos en determinados situaciones, no está
bien considerado.
En Senegal ocurre
lo mismo, y no necesitas mucho tiempo para darte cuenta de qué hay ciertas opiniones que no puedes compartir abiertamente con cualquiera y en cualquier lugar. Para mí esta peculiaridad cultural se torna especialmente
difícil en el contexto profesional ya que es allí dónde paso la mayor parte de mis
días. Trabajo en un colegio privado, un
colegio excelente en su acogida a los alumnos con un trato alumno-profesor muy
cercano y un bilingüismo total por parte de los niños cuando acaban el
instituto, pero un centro también con todos los defectos, contradicciones y
carencias de la enseñanza senegalesa, que cada día ponen a prueba mi paciencia.
"SUCEPTIBILIDAD SENEGALESA"
Un día la orientadora pidió hablar conmigo, por lo visto algunos alumnos
del tercer curso se habían quejado cuando yo había usado la palabra “maleducado” debido al mal comportamiento de uno de ellos. En su queja, lo habían hecho extensible a toda la clase,
diciendo que la profesora de español había dicho que los alumnos senegaleses
eran "todos" maleducados. Nada más lejos de la realidad, pero eso es lo que contaron.
“Aquí no puedes generalizar, ni con lo positivo ni con lo
negativo. No puedes hacer comparaciones. Los senegaleses tienen una historia
colonizadora muy reciente y hay mucha susceptibilidad hacía los europeos, y
después de lo que vivieron, en cierta forma es normal” me dijo la orientadora, sin verificar si quiera
si lo que había molestado a los alumnos era verdad. Senegal dejó de ser colonia
francesa en 1960. No sé lo que se siente al haber crecido en un país colonizado y sometido durante siglos de la forma en que fueron sometidas las colonias africanas. Puedo
entenderlo, pero no sentirlo, y esa incomprensión forma parte del choque
cultural. Hay que convivir con los africanos de esta parte del mundo, para darse cuenta de que esa
parte de la historia no está superada.
AUTOCENSURA
Después de esta conversación con la orientadora, añadí
otra cosa más a mi ya larga lista de "expresiones que no puedes usar en el aula". Y quizás sea ésta especie de "auto-represión" a la que nos tenemos que someter los
toubabs, una de las cosas que menos me gustan de este país.
Para mí esta autocensura es muy limitadora en el aula, un lugar que debería ser de encuentro de debates e intercambio de ideas, pero dónde aquí se promueve la comunicación en una sola dirección: del profesor hacía el alumno. Mis chicos son adolescentes de entre 13 y 18 años, una edad en la que se desarrolla entre otras cosas, el espíritu crítico, una edad maravillosa para empezar a tomar conciencia y en la que se forma la identidad individual y colectiva. Pero aquí en Senegal las pedagogías participativas y la educación para el desarrollo que llevamos años fomentando en Europa, son casi invisibles en las aulas, y temas como la homosexualidad, las diferencias religiosas, las diferencias de género, la inmigración clandestina, y los problemas sociales, no se ven en ninguna parte del programa escolar.
Lo más chocante, por llamarlo de alguna manera, es que el libro que sigo en 2º de bachillerato, al pertenecer al programa francés, sí trata todas estas cuestiones, viéndome obligada cada vez que me encuentro con una, a pasarlas por alto, a no dar mi opinión sobre ellas, y a evitar el debate en la clase. También me veo en aprietos a la hora de explicar aspectos de mi cultura sobre los que los alumnos más mayores me preguntan: Parejas de hecho, sexo antes del matrimonio, edad de tener hijos, o el rol de la mujer son algunos de ellos. Nunca sabes si tu respuesta les podrá ofender y si va correr como la pólvora por todo el colegio. Para poner un ejemplo, hace poco traté con mis alumnos de 2º de bachillerato el tema de la dictadura franquista, dónde les expliqué que durante la misma, las mujeres para poder abrir una cuenta de banco o salir de España debían obtener el permiso de su marido, y entonces una de mis alumnas me responde: “ Pero eso está bien, pedir el permiso del marido está bien” En esa misma ocasión, estudiando la obra de Federico García Lorca, al saber que era homosexual, un alumno me respondió: “¡Ah! Entonces está bien que lo fusilaran”
Para mí esta autocensura es muy limitadora en el aula, un lugar que debería ser de encuentro de debates e intercambio de ideas, pero dónde aquí se promueve la comunicación en una sola dirección: del profesor hacía el alumno. Mis chicos son adolescentes de entre 13 y 18 años, una edad en la que se desarrolla entre otras cosas, el espíritu crítico, una edad maravillosa para empezar a tomar conciencia y en la que se forma la identidad individual y colectiva. Pero aquí en Senegal las pedagogías participativas y la educación para el desarrollo que llevamos años fomentando en Europa, son casi invisibles en las aulas, y temas como la homosexualidad, las diferencias religiosas, las diferencias de género, la inmigración clandestina, y los problemas sociales, no se ven en ninguna parte del programa escolar.
Lo más chocante, por llamarlo de alguna manera, es que el libro que sigo en 2º de bachillerato, al pertenecer al programa francés, sí trata todas estas cuestiones, viéndome obligada cada vez que me encuentro con una, a pasarlas por alto, a no dar mi opinión sobre ellas, y a evitar el debate en la clase. También me veo en aprietos a la hora de explicar aspectos de mi cultura sobre los que los alumnos más mayores me preguntan: Parejas de hecho, sexo antes del matrimonio, edad de tener hijos, o el rol de la mujer son algunos de ellos. Nunca sabes si tu respuesta les podrá ofender y si va correr como la pólvora por todo el colegio. Para poner un ejemplo, hace poco traté con mis alumnos de 2º de bachillerato el tema de la dictadura franquista, dónde les expliqué que durante la misma, las mujeres para poder abrir una cuenta de banco o salir de España debían obtener el permiso de su marido, y entonces una de mis alumnas me responde: “ Pero eso está bien, pedir el permiso del marido está bien” En esa misma ocasión, estudiando la obra de Federico García Lorca, al saber que era homosexual, un alumno me respondió: “¡Ah! Entonces está bien que lo fusilaran”
Yo intento no entrar en pólemicas, sólo les pregunto
a lo Sócrates, ¿por qué está bien que las mujeres pidan permiso a los maridos para
ciertas cosas? ¿Crees que alguien que es
homosexual no puede hacer una obra literaria excelente? Después escucho
y pronuncio todas las veces que puedo la palabra: “RESPETO” Y Siempre que doy explicaciones acerca de las
diferencias culturales de España respecto a Senegal acabo con un: “pero no es
mejor ni peor, simplemente es diferentes”.
Ufff... qué complicado madre mía. ¿Y cuándo salgan estos chicos de Senegal?, van a flipar, ¿no?.Me quedo con esta frase: "nos permitimos decir lo que pensamos en todo contexto y situación, aunque no tengamos ni idea del tema del que se habla, ni nos afecte lo más mínimo", de esto seguimos pecando ¡y mucho! en España.
ResponderEliminarUn abrazo guapetona.
Ya sabes María "la vida está bien, aunque el mundo está mal". La parte de cada cultura que nos une a la propia vida está muy bien, pero la que se relaciona con el mundo es decir con la cultura de los demás, está fatal y no te creas, tal vez en el mundo occidental (etnocentrismo) somos más hipócritas y lo revestimos todo con un barniz de progreso e interculturalidad pero al final sufrimos de parecidas fobias, mira si no las concertinas de Melilla, con situaciones semejantes por todo el mundo.
ResponderEliminarUn abrazo guapísima que tú forma parte de esa parte de la vida que está también y que a mí me gusta tanto.