... Porque la mayoría de las casa son bajas y cuando miro hacía arriba puedo ver el cielo. Porque la gente sonríe cuando te saluda. Porque la gente te mira a los ojos cuando te saluda. Porque la gente se queda un rato contigo cuando te saluda. Porque oigo el canto del gallo cuando me despierto y el del grillo antes de dormir. Por el chico que me ofrece un té y me regala caramelos cada día mientras espero el autobús. Por la magnífica sonrisa de los niños cuando paso a su lado.
Porque todo el mundo te invita.
Porque la gente se sienta a las puertas de sus casas al caer la tarde. Porque los cantos de la mezquita me recuerdan a los mantras budistas. Porque camino más lento. Porque las casas huelen a incienso. Porque hay menos borrachos los sábados por la noche. Porque los hombres también bailan. Por que me gusta el sonido del jembé. Porque el único vestido negro que ves es el color de la piel de la gente. Porque tienen ganas. Porque no hay casi nada que hacer. Porque tengo tiempo. Porque faltan cosas. Porque lo que quiero parece posible. Porque fantaseo menos y recuerdo más. Porque me siento más conectada a ti.
Porque no me gusta mi decadente país...
... Porque los edificios son demasiado altos. Porque no sé quien los habita. Porque existe el invierno. Porque hay demasiado de todo. Porque me sobran cosas. Porque los hombres no bailan. Porque las personas no te miran cuando te saludan. Porque ando rápido y recuerdo menos.
Porque deseo.
Porque es difícil estar solo. Porque lo más importante es el trabajo. Porque tenemos miedo. Porque estáis preocupados. Porque andamos hacía el pasado. Porque hay mucho ruido. Porque falta el silencio. Porque os quejáis todo el rato. Porque tengo que competir. Porque lo que quiero me parece imposible. Porque no te das cuenta.
Porque todo el mundo te invita.
Porque la gente se sienta a las puertas de sus casas al caer la tarde. Porque los cantos de la mezquita me recuerdan a los mantras budistas. Porque camino más lento. Porque las casas huelen a incienso. Porque hay menos borrachos los sábados por la noche. Porque los hombres también bailan. Por que me gusta el sonido del jembé. Porque el único vestido negro que ves es el color de la piel de la gente. Porque tienen ganas. Porque no hay casi nada que hacer. Porque tengo tiempo. Porque faltan cosas. Porque lo que quiero parece posible. Porque fantaseo menos y recuerdo más. Porque me siento más conectada a ti.
Porque no me gusta mi decadente país...
... Porque los edificios son demasiado altos. Porque no sé quien los habita. Porque existe el invierno. Porque hay demasiado de todo. Porque me sobran cosas. Porque los hombres no bailan. Porque las personas no te miran cuando te saludan. Porque ando rápido y recuerdo menos.
Porque deseo.
Porque es difícil estar solo. Porque lo más importante es el trabajo. Porque tenemos miedo. Porque estáis preocupados. Porque andamos hacía el pasado. Porque hay mucho ruido. Porque falta el silencio. Porque os quejáis todo el rato. Porque tengo que competir. Porque lo que quiero me parece imposible. Porque no te das cuenta.
María, qué difícil resulta escribirte lo que siento sin que pese sobre mí la sospecha de ser tu padre, antes de hacerlo, contestarte, he tenido diez minutos de dejar la mente en blanco, es decir de disipar pensamientos contaminantes o condicionantes, y después he vuelto a leer lo que has escrito tratando de dejar aparte la relación filial, creo que es inútil pero bueno, más allá de que seas mi hija tengo que decirte que me emocionas, que te admiro, que verdaderamente tienes un don especial para captar el sentido de las pequeñas cosas y una sensibilidad muy especial. Y dicho lo anterior te tengo que decir que me siento el padre más orgulloso del mundo y que desgraciadamente o una de dos o no existen en nuestro idioma palabras o yo no sé utilizarlas para decirte lo muchísimo que te quiero.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buenas notas la verdad (no me pierdo una)! Un lujo esta reportera. Tengo un amigo que estuvo varias temporadas en Senegal y me habla maravillas de ese país...
ResponderEliminarEspero que pronto vayas a Argentina en una de tus nuevas aventuras.
Un besazo!!!!
Hola María, también soy María y vivo en Senegal.Gracias por tu texto,realmente me ha impactado por las coincidencias en tantos detalles sutiles que cada día disfruto a pesar de lo dura que también puede resultar la vida aquí, sobre todo si tratas de ganarte la vida con un negocio. Pero es cierto que muchas de las situaciones que describes, más de una vez me he pillado apreciándolas y agradeciendo por estar pasando.
ResponderEliminarMe he sentido transportada...El lujo de vivir sin prisas me maravilla.
ResponderEliminarY precioso el comentario de tu padre.
Un beso!
Me pasa lo que a ti, pero en un bullicio, capital de las Naciones Unidas.
ResponderEliminarEn Ginebra el desconocido, tambien te saluda, ves muchas sonrisas en la gente. "no todo el mundo allí es rico", y los niños, en sus escursiones a museos, cruzando los pasos de peatones, de la mano, sonriendo, y sobre todo...Felices.
Desde luego, son lugares diferentes, y condiciones diferentes, pero de "Tos laos, saprende".
Abrazos Prima ....te sigo.
He dado un vistazo a tu blog y me ha encantado, muy interesante, me quedo por aquí si me lo permites. Te invito a que visites el mio http://elrincondenaroa.blogspot.com/ saludos desde Uruguay, Sudamerica
ResponderEliminarLa mirada de esa niña ya lo dice todo. Me vuelvo a declarar fan incondicional de tu padre y por supuesto, de su maravillosa hija.
ResponderEliminarUn abrazo.