domingo, 18 de enero de 2015

Cacahuetes made in Senegal

Ya casi se acabo. La época en la que las manos de esta y otras mujeres sentadas a pie de calle en sus pequeños taburetes o veces sobre la arena, añadían un puñado de cacahuetes más en el paquetito que me servían. Mirad el vídeo y detectar ese gesto. Ya ha terminado de llenar el paquete, con los dos pequeños vasos de cristal, eso hacen 100 francos (0,15  céntimos de euro) pero antes de cerrarlo, casi en un gesto inconsciente,coge aún unos pocos cacahuetes de más y los añade. ¿Por qué? no lo sé, pero lo hacen todas. 



Todas las mujeres que durante el año venden en las calles este fruto cuya piel cambia según va cambiando el clima. Hasta enero los venden con cáscara y calentitos, ahora sin embargo es la época de los cacahuetes pelados, bien sean crudos o hechos. También los tienes con azúcar durante todo el año. Y los encuentras por doquier, los hombres los venden en las carreteras, las mujeres en los caminos de tierra de cualquier calle de Dakar y lo creáis o no, el cacahuete forma parte del paisaje fundamental de Senegal, como los baobabs, las carretas de caballos sorteando a los coches,las telas de colores,la arena,la imagen de Bamba en los muros, o el humo del carbón saliendo de las cocinas. Con el cacahuete se hace la salsa del mafe. Los niños compran cacahuetes a la salida del colegio, los taxistas, los van comiendo en el taxi. Los venden envasados  en pequeñas bolsas de 25, 50 y 100 CFAs, aunque mis preferidos como veis en el vídeo son los que tienen cáscara, por que disfruto de ese acto de generosidad, de ese pequeño detalle obrado por las manos de las vendedoras de añadir "esos poquitos más" . Hay algo acogedor en ese gesto que me hipnotiza,algo que me recuerda a algo de mi pasado, quizás de mi infancia, de la que no me consigo acordar.

Me encanta llegar a comprar cacahuetes y que estos no estén todavía calientes y tener que esperar mientras veo y oigo la pala metálica remover la arena en la que se calientan. Siempre quiero comprar poco,50 CFAs (30 céntimos de uro), pero pienso, que ese es muy poco dinero para esas mujeres sentadas en la arena con sus bebés, ¿cuánto tienen que vender para poder sobrevivir cada día?,y finalmente acabo comprando 200  CFA's  y lo peor es que me los como todos



Senegal es un gran productor del cacahuete, el aceite fabricado con ese fruto es el más consumido aquí. El gobierno senegalés ha creado leyes para proteger  su industria del mercado chino (primer productor mundial), ese gigante que poco a poco va engullendo a toda África con su poder económico. El otro día, como anécdota, un conocido miró los cacahuetes que una amiga había comprado y después de comerse uno se empezó a reír: "son chinos,no son senegaleses" "¡¿cómo?!" dije yo, ¿cómo van a entrar cacahuetes de China aquí? si sois productores. "Te lo juro, son chinos, los senegaleses son mejores, es igual con el arroz, el arroz, alimento base de la cocina de este país,  viene de China, nosotros tenemos campos para cultivar, pero lo traen de fuera" 
Y la verdad es que tenía razón, esos cacahuetes, sabían mal.


sábado, 10 de enero de 2015

Problemas incurables

A veces se me olvida el lugar en el que me encuentro.

O más bien una parte de mí quiere olvidar...

Creo que mi cerebro ha normalizado ciertas situaciones para evitar la sorpresa, el rechazo y el desagrado continúo. Y también porque no decirlo, el dolor. El que provoca ver tanta diferencia entre lo de allí y lo de aquí. La preocupación, porque no admitirlo, es más acusada cuando regreso de España. Y es que hay cosas que a mí, me siguen causando estupor viniendo de una raza, la humana, capaz de sentarse  a elaborar un documento como los Derechos Humanos... 

He notado, que en el esfuerzo de mi mente por anestesiar mi conciencia, hace que cada vez me haga menos preguntas y me dedique más bien a trabajar la aceptación y a cultivar la alegría, quizás por eso ya no escribo tanto, escribir me ayudaba a comprender, y quedarme en silencio me ayuda a aceptar lo que no puedo comprender, como   que millones de personas en el mundo sean completamente  privados de los medios sanitarios que puedan curar sus dolores físicos y emocionales.

Mi experiencia en África ha alterado mi percepción de lo de allí...

En estas navidades pasadas, conocí en España, a una joven que había sufrido un parto con forceps recientemente.  Esto le había ocasionado dolorosas molestias  en la etapa del post parto y la recuperación a nivel físico estaba siendo difícil. Mi empatía por su situación se abría mientras la escuchaba,  mientras que una sutil tristeza me inundaba  al tener la certeza de que si hubiera nacido en Senegal, probablemente no habría sobrevivido. 

Mi primera visita a la Pouponiere de La Medina, un lugar que acoge bebés huérfanos o abandonados en Dakar, me abrió los ojos al terrible problema de la mortalidad materna. Y es que en esa misma semana había recibido siete bebés de madres que habían fallecido durante el parto en un hospital.

Para haceros una idea, las cifras dicen que la tasa de mortalidad materna en España en 2014 era de 4 fallecimientos cada 100.000 nacimientos mientras que en Senegal es de 320. Las cifras más elevadas de está realidad están, como no podía ser de otra manera, en África con mucha diferencia respecto a las de cualquier otro continente, llegando a la escalofriante cifra en 1100 fallecimientos maternos  en Sierra Leona. 

Y mientras en África las mujeres no pueden pagarse ni un simple análisis de sangre durante el periodo de gestación, en occidente desde hace ya bastante años, las mujeres luchamos por mejorar las condiciones  en las que damos a luz, poniéndonos exigentes ante la medicalización del parto, reivindicando que no queremos que se nos trate como enfermas en ese momento, pidiendo poder elegir y hasta algunas eligiendo parir con dolor, y tratando de evitar todo lo posible el del bebé en el momento del alumbramiento. Hemos pedido parir en el agua, en el río, en plena naturaleza y sin ayuda, hemos querido volver a los orígenes. Yo aquí en África a veces siento que he vuelto un poco también a los orígenes de la humanidad, viendo a las mujeres dar a luz en sus casas, en el bosque, sin asistencia médica, porque ir a un hospital a dar a luz cuesta demasiado dinero y dependiendo de dónde estés, cuesta más el coche que te puede llevar hasta él que el propio hospital.  Por eso muchas mujeres  mueren. También los bebés.

En España la mortalidad perinatales  es de 8 bebés cada 1000 nacimientos  en Senegal de 55 cada 1000. Pero, ¿Cuáles son las causas de que una mujer pueda morir durante el parto? Primero la falta de control durante el embarazo, algo a lo que no tienen acceso la mayoría de mujeres senegalesas. De  las embarazadas que he conocido en Dakar, dónde por ser la capital, el acceso a la sanidad es relativamente fácil, todas me afirmaron no haber pasado ningún control médico durante el mismo, y es que como he dicho, ¡una ecografía aquí cuesta una fortuna!  Los controles ginecológicos no son frecuentes durante la vida de una mujer,¡pero que digo! ni siquiera su seguimiento general de la salud. ¡Cuántas veces he oído aquí!: “estuve a punto de morir porque tardé mucho en ir al médico porque no quería gastarme dinero y esperé hasta el último momento” Eso es, la gente no va al médico  hasta que no están muy enferma, y muchas mujeres, sin saberlo llegan con problemas de salud que desconocían  al embarazo.


La desinformación sobre lo que les ocurre es fruto y característica también del subdesarrollo del país. Hace poco tuve otra de esas conversaciones desconcertantes sobre enfermedades con una conocida, dónde se muestra la falta de información sobre los diagnósticos. Esta conocida, me dijo que esa tarde debía partir a la ciudad de Thies para ir al entierro de un familiar(los entierros son actos sociales importantísimos de los que ya hablaré en otra ocasión). Cuando la pregunté de qué había muerto aquella mujer de tan sólo 40 años, empezó un extraño discurso sobre una enfermedad del estómago que de la noche a la mañana la había impedido  ingerir alimentos, me hablaba de una bacteria maligna y hasta la palabra “cáncer” salió a relucir, había habido una operación, pero finalmente en la familia no sabían de que había muerto, ni si había sido una negligencia médica. No contaría esto si fuera un caso aislado, o la primera vez que tengo una conversación semejante. Cuando se habla de enfermedades y muertes aquí la respuesta sobre sus causas son a menudo confusas e imprecisas. Por un lado es evidente la falta de información y por otro están las férreas supersticiones, que impiden a la gente hablar de estos temas de una manera natural. En este país existe la creencia cultural de que mencionar a la muerte o a los muertos atrae la desgracia. No podéis imaginar cuánta oscuridad hay en este país tan soleado...

Tuberculosis, asma, tiña y sarna las veréis por doquier, en los pequeños que piden en las calles y en los colegios, ciegos por cataratas y conjuntivitis, sordos por infecciones de oído, fallecidos de cólera, meningitis y sarampión son habituales en esta parte del mundo.
Todas ellas enfermedades erradicadas en Europa de tratamientos simples, demasiados caros para el bolsillo de muchos senegaleses. 

Tener una enfermedad suele ser una desgracia, no tener los medios para poder curarla es otra más,y no tener voz para exigir que los que mandan creen leyes que te puedan curar,es lo que marca la diferencia entre los países desarrollados y subdesarrollados. 

 No poder dar la mano a un niño que las esconde porque tiene la sarna, ni acariciar a otro en la cabeza porque tiene la tiña, una vecina que llama a la puerta con una receta en la mano para pedirte que si puedes pagar los medicamentos para su marido, son de esas cosas de las que hablaba al principio que mi mente trata en vano de normalizar, pero que acaban siempre con la pregunta, pero "¿en qué mundo estoy viviendo?"

domingo, 7 de diciembre de 2014

Polvo y arena

Estaba deseando, impaciente, el fin del calor en Dakar, actuando y pensando como si lo que vendría después fuera a ser mejor.

Solíamos quejarnos cada día de lo difícil y agotador que era trabajar con esa humedad y elegíamos no salir, ni andar demasiado pasando nuestras horas libres muy cerquita del ventilador.

Los días de playa acababan siendo más cansados que correr una maratón y siempre nos quemábamos sin quererlo. 
Es difícil calcular los efectos del calor sobre tu piel, cuando el sudor la refresca continuamente.

 Pero de pronto llega un día en el que tu piel deja de estar húmeda, la cesta de la ropa para lavar de esa semana disminuye notablemente, y ya no tienes que comprar dos botellas de 10 litros en una semana para beber. Una mañana ves que los niños andan camino del colegio con jerséis, algo que te parece excesivo y te ríes, y sientes muy claramente algo así como el bienestar de los primeros días del otoño europeo. Antes de salir por la noche coges un fular "por si acaso" y cuando caminas por la calle buscando un taxi, el viento te descoloca el pelo que tanto te había costado domar.
Pero el cambio se hace del todo evidente cuando un día abres la puerta del comedor y lo encuentras lleno de la misma arena que colorea  tu calle. El invierno ha llegado y con él la poussière et le sable.

 Durante tres semanas no paras de toser, siendo las noches especialmente difíciles. Te despiertas sintiendo el sabor de la arena en la nariz y en la garganta. 
" A mi me pasa cada años por estas fechas desde que vivo aquí y me dura meses". Me dice una amiga. "Alguien me explicó que el clima de Dakar es muy particular y se producen unas corrientes que traen arena y polvo de todas partes, con todos los bichitos y microbios dentro que te puedas imaginar. Y en este barrio ya sabes que las calles son de arena y además hay muchas obras, lo que hace que la arena entra hasta nuestras casa"

Y se meta en cada rincón de ella. Mi piso es prácticamente el único terminado de mi calle, todos los demás están en semi construcción. El ruido de las obras no me molesta porque el subdesarrollo de este país hace que no se usen máquinas. Puedo asegurar que se oyen más los aparatos radiofónicos que los obreros usan para entretenerse, que los golpes de sus paletas. Pero las obras y la llegada de camiones con materiales de construcción hacen que la arena y el cemento se acumulen a lo largo de toda la calle.







El resultado en el interior de mi hogar es, arena en el suelo, arena  en puertas y paredes, arena  en la ropa puesta a secar, arena en las ventanas, arena en las mosquiteras, en el sofá, en los manteles, en la cama, en mi pelo, en mi nariz y en mis pulmones. 
Recuerdo que una de las cosas que más me llamó la atención el año pasado  es el número tan elevado de niños que encontré con problemas de asma y otros problemas respiratorios. Dakar es una ciudad extremadamente sucia con una gran diferencia entre los pocos barrios de clase alta y el resto de barrios populares. El mio, Ouakam, se encuentra entre estos últimos y mi casa está cerca de una arteria principal llena de comercios. Hace un mes decidieron "arreglarla" a la senegalesa, es decir, con fecha de inicio pero incierta fecha final. Han quitado las piedras y allanado el terreno lo que no es poco, pero han dejado una capa de arena roja que se te pega hasta en el alma. Estoy obligada a recorrerla todos los días para llegar a mi trabajo, recorrido que tan sólo dura 5 pero que tiñe mis pies y zapatos. En este recorrido diario, me molesta el tramo en el que obligada a ir por los laterales de la carretera, mis pies sufren las dificultades de avanzar sobre esta arena del desierto. Llegar  al final del día a mi portal y desprenderme de mis zapatos antes de entrar en casa, es una de las cosas que más me relajan, y tirar toda la arena acumulada en ellos por el balcón  se ha convertido en un ritual.











Viendo la arena que saco cada día de mis zapatos me estoy planteando usar en mi provecho esta naturaleza  salvaje e incontenida y empezar un curso on line de "escultura arenil" para desarrollar mi creatividad y hacer negocio. Es eso, o estar siempre enfadada con esta intrusa que me quita tiempo en hacerla desaparecer  de mi vista.

Estoy envuelta de una nube de polvo y arena aquí sí, y sé no es lo mejor para la salud, pero no me preocupa. Últimamente he visto demasiado las noticias y me he dado cuenta de que  la nube de decadencia moral que planea por Europa es más peligrosa  y mortal que todo el polvo, calor y pobreza del desierto africano.Tened cuidado.








Ouakam, desde mi terraza



viernes, 21 de noviembre de 2014

Heroínas africanas


Es mi heroína del momento. Se llama Sockna y limpia el piso de acogida en el que trabajo. Todas las mañanas nos saludamos y todas las mañanas beso a su hija Tatiana que se hecha a llorar en cuanto me ve porque tiene una especie de aprehensión incomprensible hacía los blancos. La última vez que la cogí en mis brazos  me miró fijamente  durante varios minutos, cómo si estuviera comprobando mi calidez humana, y después se echó a llorar. Trop mignone la petite, tan guapa como su mamá.

Lo he intentado todo para que no me tenga miedo, he abrazado a su madre delante de ella para que vea que es mi amiga, he probado a quitarme las gafas, a ponerme un pañuelo de wax en la cabeza, a hablarle en Wolof, pero no hay manera de aproximarse a ella sin una reacción exagerada por su parte, porque a veces llora, pero a veces se ríe de nervios cuando me estoy cerca. Lo único que me consuela de su desconsuelo es que con el resto de "toubabs" que se acercan a la casa reacciona de la misma manera.Tatiana me encanta es verdad, pero a su madre... a su madre la admiro, por trabajar con ella en la espalda durante horas. Cada día la veo subir y bajar las escaleras, fregar, suelos, poner lavadoras, limpiar la cocina y los baños con su hija de 11 meses y 10 kilos en la espalda. Y casi cada día le pregunto estúpidamente, "Sockna, ¿no te duele la espalda?" y ella me responde rotundamente: "sí" y acto seguido hace un gesto de manos abiertas acompañado de una sonrisa de resignación. No habla francés pero nos entendemos,sé que simplemente no tiene elección.

Afortunadamente Tati duerme bien y pasa varias horas en la cunita, el resto del tiempo ronronea literalmente sobre la espalda de su mamá. En esto consiste la conciliación laboral en África, en ponerte a tu bebé en la espalda y a aguantar la jornada laboral como pueda. Esto es lo que hay y no hay mas. El lado positivo es... que la mamá puede pasar todo el día con su bebé, el negativo que casi no le ve la cara porque lo llevan siempre en la espalda para poder tener las manos libres, y que nunca verás a un hombre con su bebé en la espalda, y que la esperanza de vida de la mujer en Senegal es de 63 años. Y sin embargo, os puedo decir que de todos los pesos que las mujeres africanas soportan cada día, el de sus bebés de 10 kilos sobre la espalda, es con diferencia el más liviano.



                                                                    Sockna y Tatiana


domingo, 16 de noviembre de 2014

Cumpleaños felices en Senegal

La orden del día de la reunión de hace un mes tenía como punto principal, la celebración de los cumpleaños de los niños de nuestro hogar. Días antes había elaborado dos grandes carteles con las fechas de cumpleaños de todos los pequeños y las había colgado en la pared para que las educadoras las tuvieran siempre presentes. Llevada, sin poder evitarlo, por un gran etnocentrismo cultural, le dije al personal que, ya que no podíamos celebrar una fiesta por cada niño, debíamos encontrar alguna manera para hacer sentir especial a los cumpleañeros el día de su aniversario.

Yo hablaba y hablaba sin parar a las educadoras reunidas frente a mí, de la importancia de ese día en la vida de un niño, y yo misma antes de que me pudieran responder tardé otros 15 minutos más en exponer mis ideas para celebrar el de nuestros niños. ¿Por qué no les despertamos con un desayuno especial? Una pequeña tarta con una vela y se vayan al colegio habiendo pedido un deseo. Les podríamos comprar algo pequeño, un detalle, puesto que sabéis que en el hogar todo es de todos y nada pertenece a nadie en concreto, estaría bien para el niño tener algo que le perteneciera además de la ropa, algo propio

Mientras hablaba rodeada de mis compañeras, una parte de mi cabeza navegaba en mi pasado infantil lleno de regalos, de tartas y de velas mientras la otra, proyectaba en los niños del hogar mi alegría infantil.

El problema María es que si le damos un desayuno especial a uno, los otros 15 van a querer lo mismo. E. no quería problemas, su comentario me mostraba que no deseaba tener que luchar con los llantos y disputas de los niños a las seis y media de la mañana.   Bueno creo que los niños se deben acostumbrar a esperar su momento y saber que no todos pueden hacer lo mismo siempre. Es una cuestión de hablarles, ellos van a entenderlo. Es más fastidioso para ti que para ellos, que se acabaran acostumbrando y esperarán “su día especial”. Les respondí que no debían olvidar que cada niño era único y que por eso hacíamos cosas diferentes para cada uno de ellos.

Parecían convencidas y después de explicarme como lo habían hecho años anteriores (afirmando que a veces se olvidaban de celebrar los cumpleaños) acordamos que cada monitora haría algo especial con su grupo de referencia en esas fechas.

 Pero antes de que los trabajadores se dispersara, me acordé de algo, cogí mi libreta y les dije: ¡esperad, esperad, también quiero saber vuestros cumpleaños, voy a hacer otro cartel con ellos! Ninguno me contesto inmediatamente. E miró al cielo y contó con sus dedos los meses del año: “el 3 de abril, no, no de marzo”. L me dijo simplemente, No sé cuándo es, porque nunca lo he celebrado, es el mismo día de mi cumpleaños cuando lo sé porque la gente de Facebook me felicita. L me afirmó que nunca había comido una tarta, ni soplado velas, ni recibido un regalo alguno para celebrar el día de su nacimiento. La mujer que limpia la casa rectificó la primera fecha que me había dado cuando miró en su DNI, la cocinera me lo dijo el día siguiente. Es cultural, María, aquí no lo celebramos. Pero E, ¿podrías decirme la fecha de nacimiento de tus cinco hijos?  Le pregunté. Volvió a mirar al cielo. ¡UY! Tendría que pensarlo, te podría decir el mes.


Pero esto, de que lo que es importante en una parte del mundo, carece de importancia en cualquier otro lugar ya lo había aprendido tiempo atrás a pesar de lo cual no dejaba de sorprenderme el hecho de que tanta gente en Senegal no conociera exactamente su fecha de nacimiento. Nosotros la celebramos cada año y la escribimos en cientos de documentos oficiales a lo largo de nuestra vida, documentos que ni siquiera existen aquí, pues hay incluso muchísimas personas, que no tienen partida de nacimiento ni DNI. 

Les pregunté a mis trabajadores si les agradaba que alguien a quien consideraban importante en sus vidas les hiciera un regalo. Todos estábamos de acuerdo en que el gesto de ofrecimiento era más importante que el objeto ofrecido. ¡y vaya! a todas las educadoras, les gustaba sí, recibir regalos aunque como comprenderéis no estaban en ningún modo traumatizadas por el hecho de no haber celebrado sus cumpleaños, ni por la seguridad que tenían de que no los celebrarían probablemente jamás.

Me acordé que el año anterior me habían invitado a un cumpleaños en el barrio de Pikine. Había muchas mujeres en la casa cocinando, como siempre, y recuerdo que la propia homenajeada formaba parte de este grupo de féminas que hacían la comida para la gente que iba llegando a la casa. No vi ningún regalo en todo el día salvo el que nosotros, los europeos invitados, le ofrecimos.

Un mes después de esta reunión, y cuatro cumpleaños celebrados, me parece que he conseguido que los educadores encuentren hermoso el ofrecer algo especial por los cumpleaños a los niños. B me sorprendió decorando la cama de la pequeña Mati, con caramelos y juguetes de la casa y O con su bella dedicatoria en el diario de Alain. Aunque aun sigo acordándoles las fechas con antelación para que no se olviden de comprar un pastel para el desayuno. 

L. se acercó a mí hace unos días, para decirme con voz emotiva que le parecía genial que celebraremos de esa manera los cumpleaños de los niños. Comprendí bien su satisfacción porque él mismo, el día anterior le había ofrecido a Alain por su treceavo aniversario, un reloj y un perfume. Yo asentí, pero no le quise decir que el único momento del día en el que había visto iluminarse la cara del niño, a pesar de los cariños y regalos que recibió de todos los educadores, había sido cuando había llamado por teléfono a su padre, aunque éste había olvidado por completo que hacía trece años su hijo mediano venía al mundo. 


lunes, 27 de octubre de 2014

Senegal. Volver a empezar

Vuelvo a escribir cumplidos los dos primeros meses de mi vuelta  Senegal con la intención de seguir explicándome  y explicándoos.

 Vuelvo a esta suerte de traducción de sentimientos, emociones, y vivencias, pero avisándoos de que la traducción será limitada e inexacta pues no estudié para ser intérprete de mi misma.
Vuelvo a escribir desde el mismo país desde el que lo hiciera, es verdad, pero desde otra vida diferente.
Durante los dos últimos meses he tenido todas estas palabras empujando a mi mano para ser escritas, mientras otra parte de mí me pedía silencio y esperaba el momento. El buen momento para continuar con dulzura y mesura esta parte de mi camino.

Et voilà que j’y suis arrivé
Et voilà que Je suis là.

He dudado sobre a qué palabras dejar salir primero, porque todas están impacientes por que las oigáis. Una vez quise relatar el encuentro con una mujer que vino a pedirnos que acogiéramos a sus gemelos, los últimos de siete hijos, dos de ellos ya muertos, con los cuales mendigaba en las calles del centro, una imagen normal en Dakar. Se tuvo que ir como vino sin una respuesta que pudiera cambiar su vida, sin una solución. Otra vez quise escribir sobre los ataques de ansiedad de la hija de la mujer que viene a casa a limpiar. Intenté explicarle el problema mirándola a los ojos, el  mismo problema de siempre, pues es el mismo aquí y allí  y ella me explicó que con las medicinas naturales de la Casamance su hija se encontraba  un poco mejor, porque las que les había recetado el médico la dejaban demasiado aletargada e inactiva.  El estrés de la cocinera y su llanto ocurrió casi al mismo tiempo y yo intensamente tocada por la pureza de este sufrimiento femenino fui incapaz de escribir sobre la inutilidad de quedarse en las diferencias cuando lo que nos hace iguales es infinitamente más grandes y profundo que aquello que nos separa.

Otra vez conté el número de veces que al día alguien me pedía algo como dinero, comida o ayuda, quería escribir sobre ello, pero cuando acabó el día simplemente lo quise olvidar. Iba a escribir sobre los niños abandonados que por la noche recoge el SAMUR SOCIAL  para curarles, darles una cama y ayudarles a volver con sus familias, eso merece un capitulo a parte en este libro. Y en otra ocasión me pareció suficientemente “graciosa” como para relatarla, la explicación que una  de mis educadora dio al comportamiento de una madre de uno de los menores que acogemos. Según ella su asocial manera de actuar se debía a que un mal espíritu moraba en su cuerpo, me dijo: “tú no lo entiendes porque en Europa no creéis en eso, pero es verdad, una mujer que hace eso, es porque tiene dentro un rap” el trabajador social se rió un poco abochornado y  yo pensé “si tú supieras en las cosas que creemos en Europa…”, pero  lo que finalmente le dije es que esa mujer era una víctima de la pobreza en la que había nacido y cualquier patología mental que pudiera haber desarrollado se debía a sus circunstancias sociales y familiares, y que en Europa teníamos estructuras sociales las cuales ayudaba a integrar a las mujeres que habían vivido situaciones parecidas.

La estigmatización de las mujeres en África.
Si el comportamiento de una mujer difiere al que marcan los estrechos límites de lo que es considerado normal: está loca. Sin compasión.

Reir y llorar es lo que quise hacer cuando le comenté a mi compañera que era necesario llevar a un niño que tartamudea a un especialista  cuando me respondió “¡ah! ¿pero eso es un problema? Pensé que formaba parte de la manera de ser de una persona, a mí los chicos que hacen eso me parecen muy “monos”. Mi hermano lo hace desde pequeño y nunca lo hemos visto como un problema” En Senegal es común ver a personas que tartamudean. En Senegal una sesión con un psicólogo, terapeuta, pedagogo… cuesta entre 30 y 50 euros la hora. Los especialistas de salud mental se cuentan con los dedos de las manos y sobran dedos. Todos se han formado en el extranjero. El salario mínimo mensual aquí ronda los 100 euros.


Ha habido tantas cosas  ¡ay! que he querido contaros…


jueves, 28 de agosto de 2014

Vivirlo para entenderlo

 Escribo en la oscuridad y hasta que se acabe la batería del ordenador que una vez más he tenido que cargar en un bar cercano a mi casa. Hace cuatro días que persigo al dueño del piso para que me conecte unos cables que me darán la luz. La compañía de la electricidad tarda unos diez días en traerte el contador que previamente he tenido que alquilar (25 euros, dinero que supuestamente me devolverán cuando me vaya) así que mientras tanto hacemos un apaño de estos ilegales que se hacen en todas las ciudades y países del mundo.

Pero aún sin luz estoy feliz porque tengo agua, ahora mismo demasiada, pues mi pasillo está inundado por la última refrescante tromba de lluvia que acaba de caer. Es que en este piso recién construido (¡lo estoy estrenando!) ninguna ventana cierra bien y por la más alta se cuelan rayos y truenos y toda el agua que quiera entrar sin haber sido invitada. “Pero no pasa nada”, he pensado, porque la época de lluvias son sólo dos meses y el paraguas abierto al borde de la ventana no queda tan mal. Me encantaría que lo vierais, lástima que no pueda cargar la cámara de fotos… 

Antes de continuar con este articulo, esperad,voy a mandar un mensajito al propietario del edficio: “mon ami, pas d’électricité encore, le menuisière il n’est pas venu non plus pour régler la serrure du balcon. Je veux de la électricité avant que la nuit tombe, merci” He decidido que no pagaré el mes de septiembre hasta que no venga alguien a ponerme la electricidad, y que le voy a mandar varios mensajes al día a este señor al que ni siquiera he visto, como si fuera mi enamorado, todo de de buena onda, mais je vais te harceler, oui ¿o es que va a pagarme usted las pilas de las linternas y las velas durante los próximos diez días?!

Lo mejor de esta incesante tormenta ahora que me doy cuenta, es que no ha habido la llamada al rezo. Estoy demasiado cerca de alguna mezquita, que desde las siete de la tarde hasta las nueve de la noche anima el barrio con rezos repetitivos de hombres y niños desde un megáfono y a las cinco de la mañana claro, me despierta con la llamada a la oración. La religión musulmana es así de “generosa y respetuosa”, comparte sus creencias y rezos con quiere escucharlas y con quien no, pues también, un poco como yo con este blog... Pero ¿os imagináis que cinco veces al día de todos los megáfonos de las iglesias de nuestro país (sí, ya sé que no hay megáfonos en las iglesias, pero un poco de imaginación) te llamaran a rezar y durante dos horas escucharas padres nuestros y aves marías? ¿Os imagináis vivir a unos metros de una iglesia en un país así? Lo positivo debo decir es que no entiendo el significado de lo que dicen y finalmente tampoco el tono me resulta desagradable, hay cierta harmonía en las voces y me recuerdan a los mantras budistas con los que ciertas personas dicen entrar en trance. Lo único que me crea rechazo es que no puedo elegir escucharlos. Como tantas cosas en Senegal que la gente no puede elegir, y que aceptan sin levantar la mano ni alzar la mirada. Y su volumen, ça me soule un peu, demasiado alto en mi opinión para un país bastante respetuoso con el ruido. Anoche imaginé que entraba en la mezquita y acercándome al Imán que canta por los altavoces, le decía, "perdone usted buen hombre ¿puede bajar el volumen de esta cosa? Es que no puedo leer en paz". O quizás sea una grabación, no sé a ciencia cierta a quien pertenecen esas voces masculinas, porque como mujer no musulmana no estoy invitada a entrar en sus templos.


Deberíais ver esta clase de tormentas, son pequeños tifones que levantan toda la arena de la calle y arrastran la basura de los solares cercanos, todo vuela, la gente corre y los cristales de mi imperfecto piso tiemblan en la oscuridad. El aire silba fuerte como en las películas de miedo, aunque yo estoy lejos de ese sentimiento ahora. Creo que es un buen momento para meditar.