El calor, el calor en esta ciudad
merece, a mis casi dos semanas de estar aquí, un artículo pues ha
sido uno de los protagonistas de mi vida en Dakar desde que llegué. Estamos en plena estación de lluvias, que no
acabará hasta mediados de octubre, momento en el que pasaremos a la estación
seca, que según todo el mundo, es menos calurosa y mucho mejor a todos los
niveles que ésta. De hecho, varios senegaleses me han llegado a decir: "es que
has venido en el peor mes de calor” mmm... bien, voy a intentar explicar lo que
esto quiere decir, sin asustar a aquellos que decidan venir a Senegal por estas
fechas.
El golpe de calor húmedo lo recibes en la cara nada más bajar del avión, es parecido a aquel que sientes
al llegar a una ciudad con mar pero multiplicado por 10. Ni siquiera en la
selva peruana con un 80 por ciento de humedad lo sentí así de agobiante. Te
dices, “bueno, ya me acostumbraré” mientras intentas dormir en vano en la cama
del albergue con dos ventiladores encendidos. Esa noche te cambias varias veces de pijama sin saber si quedarte con el de tirantes, o el de manga larga,
porque la lluvia trae mosquitos, y los mosquitos: la malaria. Así que además de
tener calor, tienes miedo. Te acuestas sudando y te levantas sudando, los
ventiladores que no han parado de girar en toda la noche al lado de tu cuerpo, siguen encendidos.
Aunque no has dormido, al día
siguiente tienes muchas ganas de salir y conocer Dakar, así que empiezas a
andar por el barrio observándolo todo, "¡anda mira qué curioso, si hay gente con el paragua abierto aunque no
llueva!" más tarde lo entenderás...A los 5 minutos de andar, buscas una tienda para comprar una botella, y tu
cuerpo y mente ya han interiorizado que sin botella de agua no puedes salir a
la calle. A los 10 minutos decides ponerte el foulard que tenías guardado en la
mochila sobre la cabeza, ahora eres una mezcla entre una musulmana, y las
protagonistas de Thelma y Louis, pero te da igual. A los 15 minutos te
arrepientes de no haber cogido las gafas de sol. A los 20 minutos de estar
andando, entiendes que los bonitos sombreros que las
senegalesas llevan sobre sus cabezas, son algo más que un adorno a juego con sus vestidos. A la media hora, te quieres ir corriendo a casa para meterte
en la ducha, las gotas de sudor caen por tu cuello y tu pecho, odias tu
pelo de blanca que se pega en la cara, y ya te has bebido toda la botella de
agua que compraste hace media hora. Así que te pones a esperar al autobús, pero
a los 10 minutos decides coger un taxi porque de hecho, no soportas más el
calor.
Sientes que la naturaleza es sabia
mirando la piel y el pelo de las negras, y deseas tener sus trenzas porque
además de ser bonitas, si te las haces, será una manera de quitarte el jodido
pelo de la cara. Te crees que es tu origen de
toubab lo que te hace sudar de esa manera en el autobús de camino a La Plaza de
la Independencia, pero ves a todos los
senegaleses asfixiados quitándose con pañuelos el sudor de la frente,
mientras sientes el recorrido de las gotas de sudor resbalando desde tu cuello
hasta tus pies.
A los tres días has cambiado tantas veces de ropa, que dudas que te quede algo limpio para el día siguiente, y te preguntas como pueden estar tan radiantes y bellas las senegalesas entre tanto calor y suciedad. Unos días más tarde alguien te explicará que se duchan y perfuman varias veces al día.
A los tres días has cambiado tantas veces de ropa, que dudas que te quede algo limpio para el día siguiente, y te preguntas como pueden estar tan radiantes y bellas las senegalesas entre tanto calor y suciedad. Unos días más tarde alguien te explicará que se duchan y perfuman varias veces al día.
Al tercer día que la humedad no
te deja dormir, empiezas a dudar de si podrás soportarlo, de si ese calor
pasará alguna vez o si siempre será así… Entonces una noche te descuidas porque
no has bebido suficiente agua y empiezas delirar.
Al principio te sorprende ver a
tanta gente tumbada o sentada como estatuas debajo de sus puestos de fruta o en
cualquier sitio que esté a la sombra. Ellos te miran y te saludan sonrientes,
mientras sientes tu energía decaer al fuerte sol del mediodía senegalés.
En mi barrio, Ouakam |
Ánimo María, nadie dijo que fuera fácil...
ResponderEliminarUn besito
Bueno María ¡qué boito lo describes! inversamente proporcional al hecho en sí que describes, es decir esas sensaciones tan desconocidas y agobiantes.
ResponderEliminarHay algo que me gusta, transmites muy buenas sensaciones de la gente de allí, seguro que enseguida te vas a sentir como en casa, y mmira quien te lo dice.
Un besazo guapetona.
TE QUIERO,PRECIOSA
Errr paaapa