jueves, 17 de octubre de 2013

Celebrando la Tabaski



Eran casi las diez de la noche cuando Chris y yo llegamos a casa de Maty. Dos horas en coche desde Dakar es demasiado tiempo cuando se ha trabajado durante todo el día, pero el espectáculo que se desarrollaba en las calles era tan desconocido e impresionante a mis ojos, que al final de nuestro recorrido hubiera querido seguir sentada en el auto,  inmóvil e invisible para continuar contemplando el trasiego que esa noche ofrecía la ciudad.

Tabaski, Aid-al Kebir, la Celebración del Sacrificio, o la Fiesta del cordero.  En menos de 48 horas la sangre de millones de corderos sería derramada en todos aquellos lugares del mundo dónde se prácticaba el Islam. Sería tragada por la arena del decenas de países africanos y sudítas y correría a raudales por las tuberías de la banlieue de París.

Según el Islam, todas las familias musulmanas “deben” sacrificar un animal en estas fechas y el mismo día en ofrenda hacía Dios, y todas las que pueden hacerlo están contentas y orgullosas de llevarlo a cabo.  Pero en Senegal el precio de estos animales es desorbitado, entre 90 y 1500 euros dependiendo del peso y de otras cosas que no comprendo, y conseguir uno no está ni mucho menos al alcance de todas las familias. Si no pueden conseguir un mouton, éstas pueden sacrificar una oveja u otro animal más pequeño, eso es lo que me contó el hermano de Maty de camino hacía su casa. Mientras en la calle y por doquier, cientos de corderos eran llevados a rastras por aquellos que habían decidido comprarlos a última hora.

En las últimas tres semanas el número de corderos había aumentado tanto en las calles de Dakar, que algunas de ellas se había vuelto practicamente intransitables. Todos los días, de camino a mi colegio yo me veía obligada a sortear cuatro o cinco rebaños de corderos que tranquilamente  El olor a excremento y pienso se había vuelto habitúal y yo empezaba a odiar a esos animales con cuernos de formas imposibles que tanto me recordaban a los demonios de la iconografía cristiana.


Carretas con corderos, autobuses con corderos, coches con corderos, corderos a la sombra de las piraguas, espaldas con corderos, niños sobre corderos, corderos atados a ventanas durante semanas, y cuanto más grandes mejor, “¿sabes María, aquí la gente gasta lo que no tiene para celebrar esta fiesta. Las familias compran los corderos más grandes para dejarlos en la puerta durante días y que lo demás veamos que tienen dinero”
Sin embargo, el padre de Nording, argelino puntualizó, “en Argelia yo jamás he visto esta demostración de poder, la tabaski es una fiesta más privada, y mucho menos suntuosa”

Esa noche toda Dakar parecía despierta, y sus calles un infinito mercado de cuchillos, telas malianas, zapatos, cacerolas y legumbres. Peluquerías y talleres de costura permanecían abiertos a las doce de la noche cuando Maty me llevó hasta el costurero al que había encargado mi bubú. Una máxima de la tabaski senegalesa  es la elegancia, eso me quedó claro desde el principio. “Profesora, en la tabaski debes ir bien vestida, con un bubú nuevo, no con la ropa que llevas normalmente, porque no es resptuoso” Yo eso del respeto en el vestir no lo entendía muy bien, pero no dije nada, pues a mí me pareció que la tabaski era una excusa más de las mujeres para lucirse, como también lo hacemos las europeos en bodas, bautizos, comuniones, Año Nuevo y todos esos actos sociales en los que se nos antoja imprescindible pasar por las tiendas para decorar según la moda oportuna nuestros cuerpos.


 Pasar por la peluquería era una obligación, y hasta la una de la mañana estuve observando las manos de Maty moldear y trenzar el pelo de todas aquellas clientas que esperaban en su salón. Pestañas, uñas y trenzas también me tocaron a mí. “Yo no uso pendientes Maty, ni siquiera tengo los agujeros hechos”  Ni uso tacones, ni me maquillo mucho. “Pero hoy tenemos que ponernos guapas y estar elegantes, porque es un día especial”

  


Hacía mucho calor la mañana de la tabaski y mucho calor cuando a las nueve vimos partir a los hombres y a los dos pequeños a la mezquita. Desde la puerta yo observaba este desfile de bubús masculinos juzgando injusto el hecho de que las mujeres no pudieran rezar en la mezquita con los hombres en un día tan especial. ¡Las mujeres! Cuánto me queda por decir todavía de las mujeres senegalesas, en casi todos los artículos me veréis nombrarlas. A ellas podréis verlas el día de la tabaski limpiando las calles y las casas o preparando los enseres de la cocina, mientras hijos y maridos cumplen con la “obligación”  de rezar.


Después de una copiosa comida a base de cordero, verduras, ensalada y patatas el sueño se apoderó de mí, “¡María, puedes echarte la siesta si quieres, después iremos a por tu traje y no pondremos guapas” me dijo Maty con su calurosa amabilidad. Era la segunda vez que me ofrecía su casa, su habitación y su comida casi sin conocerme. Esta vez además, me había peinado y encargado un traje típico para mí. Había venido a buscarme a casa, y ella, su madre y sus dos hermanas, hacían todo lo posible para que nos sintiéramos a gusto. La teranga senegalesa consiguió hacerme



¡Ah sí! Perdonad que no os haya hablado de la carnicería que ocurrió antes, pues hubo un momento si no recuerdo  mal… Sí, fue un poco después de que los hombres volvieran de la mezquita. En un momento dado me dirigí hacía el patio  y oí la voz de mi compañero que decía “María, ¿estás preparadapara ver esto?”  Entonces vi a un animal literalmente agonizando sobre el suelo, las patas en alto  y la cabeza medio colgando. Dando sus últimos estertores. En pocos segundos, tuve que elegir entre quedarme a ver aquello con los demás y no poder probar bocado, o irme corriendo y no ver más que en mi plato un  trozo de carne cocinada disociada del dulce animal que horas antes había contemplado sobre la terraza. 


Y os diré además que nunca olvidaré sin duda la resistencia de los corderos a andar por las calles en esas últimas horas en que la muerte les esperaba. La imagen de los hombres cogiéndolos de las patas traseras a forma de carretilla para que se movieran se había convertido en el día previo al sacrificio en algo habitual. Así que cuando el hermano de Maty intento subir al animal a la terraza para lavarle y este se resistió a golpe de balido de pronto pensé, “sabe que va a morir”, entonces cogí rapidamente mi cámara y me puse a hacer fotos para olvidarme de esa posibilidad.

Y después los niños. Alegres. La tarde fue de los niños, tan guapos con sus nuevos bubus coloridos, y preciosas las niñas con sus trenzas de formas imposibles. Orgullosas. Era su momento. “¿Hola, nos puedes dar una moneda?” mis alumnos me habían contado que por la tarde los niños iban a las casas pidiendo dinero a los vecinos. “Bueno cariño, se me ha acabado, he dado todo al resto de niños, pero si quieres te puedo hacer una foto” “¡Sí!” y entonces empezó el pase de modelos, todos los niños se comían la cámara, “¡a mí, a mí!”La típica postal africana, ya sabéis, pero es así, a los niños les encanta que les fotografíen aunque nunca vayan a ver esa foto impresa o en una pantalla de ordenador.







Y de pronto el olor a cordero desapareció de la ciudad.




5 comentarios:

  1. Qué colores tan bonitos...vengo de tu otro blog :)
    Y lo de los corderos..buff...yo lo habría pasado mal. Aunque como carne, en occidente hemos disociado por completo el animal de la bandeja plastificada que compramos en el súper...
    Un beso.

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  2. Tu blog me transporta a otro mundo!! gracias María!! :P

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  3. Vives las cosas con tal emoción que eso es lo que se siente al leerte. Me encanta ver y comprobar cómo convives con tu entorno y con las personas que ahora forman parte de tu vida eso es lo que hace de ti una persona tan especial y encantadora.

    Un abrazo muy fuerte

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  4. Las fotos de los niños son preciosas y tú estás guapísima.
    Veo que al final no somos tan diferentes, nena, que eso de estar las mujeres cocinando y limpiando mientras los hombres no hacen nada... ejem, ejem... muy europeo también.
    Besos.

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  5. me gustan los comentarios, las formas, la sfotos...es un ver lo que no nos cuentan, por medio de alguien conocido....

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