Y es que fue poner un pie en suelo senegalés y pocos minutos
después mi mirada ya estaba seducida por la increíble pasarela de colores que
pasaba ante mis ojos. Recuerdo que fue
un choque de fascinación el que recibí al ver por primera vez los bubús (manera
de llamar a los trajes típicos africanos) de los hombres y las mujeres,
una fascinación que continúa hasta ahora, pues aún giro la cabeza hasta lo
imposible desde el autobús, cuando veo pasear por la calle un modelo y unos
colores que llaman mi atención. Me encanta admirar las hechuras de los trajes
de las mujeres y hombres más mayores, y me encanta sobre todo admirar la dignidad con que los
llevan. Todavía me veo descifrando la manera en la que las senegalesas anudan los
pañuelos a sus cabezas y preguntándome porque yo nunca consigo que
me quede igual de bien.
Los colores de África es una frase recurrente que sale de la boca de la mayoría de personas que visitan y escriben sobe este continente. Y es que los colores de África son las diferentes tonalidades de pieles, la arena roja y amarilla, el verde de sus bosque, sus ríos y su sol, pero por encima de todo yo diría que este colorido lo aporta el WAX, “la tela de cera” extendida por todo África del este aunque curiosamente acabo de leer, que esté tipo de técnica de imprimir los colores en las telas conocidas como batik tiene su origen en Indonesia y lo introdujeron y reformularon de forma masiva los holandeses en Ghana desde donde se extendió al resto de países africanos que hoy los usan. Es lo que tiene conquistar y hacer la guerra, que entre tanta destrucción y miseria los países vencedores se llevan lo mejor de cada país vencido para seguir negociando con ello, de esta forma lo que crees que es propio de un lugar, finalmente tiene su origen en la otra punta del mundo. Lo que es indiscutible venga de donde venga es que el WAX es un símbolo de la cultura africana y parte de su encanto.
Las mujeres vestidas con sus bubús son un verdadero
rayo de luz en medio del polvo, la arena, la contaminación y la
suciedad del país, características lamentables del mismo. Recuerdo en la época
de lluvias, levantar la vista un momento de mis embarradas sandalias, y ver a esas
mujeres senegalesas de trajes blancos, amarillos y rosas pálidos pasar como
ángeles delante de mí sin una sola mancha de barro en sus vestidos ni en sus
pies, perfectamente peinadas, que tú te preguntas si no han hecho un pacto con
el diablo para mantener ese grado de limpieza en medio de esa pocilga, con perdón, en la que pueden
convertirse ciertos barrios como el mío en la época de lluvias.
No tardé mucho en descubrir después de mi llegada “le bonehur de dames”, el placer de
mirar y tocar las telas antes de comprarlas, y el placer de imaginar modelos.
Aprender sobre los diferentes tipos de telas es todo un arte sobre el que no me
ha dado tiempo a profundizar. Sólo sé que puedo pasar mucho tiempo mirando las
formas y colores y decidiendo cuál me gusta más. Los precios son baratos aunque
depende de la calidad, 1,5, o 2 euros el metro. El costurero también es barato.
En Senegal que un costurero te haga un bonito vestido a medida te cuesta entre
5 y 20 euros. Puede ser más caro, depende del grado de detalle de lo que pidas,
de si te pone forro o no, o de si hay bordado. Pero por 15 euros puedes tener
algo verdaderamente bonito y exclusivo. Nada te sobra y nada te falta en un
vestido hecho a medida, por eso lucen tan bellas las mujeres africanas con sus
bubús coloridos de WAX.
Pero no todo es WAX por estas tierras, es raro salir
un sábado por la noche a cualquier discoteca y ver a las jovencitas vestidas
con trajes típicos, la moda europea se impone, los modelos de MANGO y ZARA son
mayoría.
Los jóvenes no parecen apreciar el ritual de ir al costurero el cual para mí ha supuesto una agradable novedad. Explicarle lo que quieres, esperar a que tenga tu pedido, probártelo,
perfeccionarlo, esperar sentada con las demás mujeres en el taller de costura, hablar
de cualquier cosa con la costurera, y saludarla cada vez que pasas delante de su tienda es un placer, sobre todo si lo comparo con el automático: “gracias”
que las vendedoras de Zara pronuncian al devolverte el cambio. No es su culpa.
Nuestra manera inconsciente de consumir, ha generado una manera inconsciente de
vender.
Por eso, antes de volver a la monotonía de las telas
y las formas europeas seguiré disfrutando du bonehuer des dames en Senegal.
María, la belleza de tus observaciones y de tus comentarios, desde luego están a la altura de la belleza de las telas que describes para confeccionar tan bontios vestidos. Eso sí que es una simbiosis cultural porque tú haces tuyas muchas de las cosas que estás viviendo y a cambio tú nos regalas el valor de unas descripciones que continumente renuevan nuestras ganas de conocer esas tierra, porque además las mismas adquieren una doble dimensión la de la contemplación visual y por tanto estética y por otro lado la de la implicación emocional y por tanto ética porque pones en juego la conjunción del valor de la interacción entre culturas.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte y muchas gracias por descubrinos constantemente la belleza del mundo.
Un beso guapetona
Hola, soy diseñadora y me gustaría comprar telas. como se podría hacer. vivo en Gran Canaria
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